«(En el cántico espiritual), el ciervo y la paloma se vuelven a identificar(…) el ciervo, al aparecer por lo alto del otero (tangencia de cielo y tierra donde se cumplen todas las epifanías) a beber las aguas frías, no hace otra cosa que consumir a su amada transformada. La hace parte de su propio ser, la transforma en si precisamente por ser él un ciervo y ella una paloma/fuente»
Luce López Baralt, Asedios a lo indecible