El guardián del Espíritu

Ahora sabía que sus circunstancias podían cambiar en cualquier momento de forma brusca y sin razón aparente. Lo único que ella podía hacer era luchar por adaptarse a esos cambios y buscar, como todo el mundo, su camino en la vida. Era imposible vivir sin arrepentinientos de ningún tipo, de eso no cabía la menor duda.

Lo que daría ahora mismo por un plato de estofado de Tanda, pensó. En sus labios se dibujó una sonrisa. A través de los árboles del valle veía, a lo lejos, una cadena de montañas azules bajo una cortina de lluvia.

FIN

Nohoko Uehashi, Premio Andersen 2014, Moribitó, el guardián del espíritu.

 

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