El ocaso. Cerca del final. Perdidos

Melide-Santa Irene
27ªetapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

En la oscuridad, como todas las mañanas, el camino se inicia en la oscuridad, salimos del albergue. Beltrán olvidó su cartera, con dinero y la tarjeta de crédito, en la cocina y allí estuvo toda la noche. Nadie quitó nada, es agradable ver la honradez de la gente, tan cerca del sepulcro del apóstol.

Empezar a andar y empezar el diluvio. Como en Roncesvalles. Nos tenemos que refugiar bajo un balcón. Vemos llover. Como no escampa, aunque amaina, seguimos caminando. La linterna filtra de luz la cortina de agua. En un momento dado no vemos la flecha amarilla, en una desviación, y seguimos caminando.

Tan cerca del final nos perdemos. Desandamos lo andado. Una sencilla lección.

La segunda parte de la marcha, después del desayuno, se me hace muy pesada, lenta, limitada. No disfruto de los paisajes, que son hermosos y suaves, frescos y prolongados, verdes, boscosos, con olor a tierra mojada y eucalipto, con sabor a meta que se va logrando.

Por primera vez voy al último del grupo, renqueando, con esfuerzo y fatiga. Otra lección.

Me sigues enseñando a caminar tu mismo camino, derramas sobre mí tu Espíritu.

Caminad según el Espíritu, y no os dejéis arrastrar por los apetitos desordenados. Ahora bien, las obras de la carne son bien claras: lujuria, impureza, desenfreno, idolatría, supersticiones, enemistades, disputas, celos, iras, litigios, divisiones, partidismos, envidias, homicidios, borracheras, comilonas y cosas semejantes a éstas. Os advierto, como ya antes os advertí, que los que se entregan a estas cosas no heredarán el reino de Dios. Por el contrario, los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, generosidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia; contra estas cosas no hay ley. Los que son de Cristo Jesús han crucificado los apetitos desordenados, con sus pasiones y apetencias.
Si vivimos por el Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu.

En el único bar que vemos tomo una manzana, la saboreo. Pero parece que todo el cansancio del amino me viene de golpe, el final de la etapa se me hace eterno, fuerzo la pierna, tengo una especie de calambre agarrotado en la mente. Me digo que me quedan veinte kilómetros y, aunque todos los días llego a Santiago, mañana entraré en Compostela.

En medio de tanta limitación en medio del camino me ha embargado una emoción honda e intensa. Así, Señor, se me en tus manos. Desde el primer momento hasta el último.

Llegamos al albergue, una casona junto a la carretera nacional que une Lugo con Santiago. Solo estamos once personas, tenemos sitio, ducha, descanso. Es un albergue menor, más retirado de las etapas oficiales, de las guías. Volvemos a preferir una cierta tranquilidad y descanso. Para ir a comer tenemos que retroceder un kilómetro por el arcén, parece imposible pero es un suplicio, vamos como borrachos, dando tumbos, sin poder andar normalmente.

En el restaurante, desbordados por la avalancha de quince comensales peregrinos, nos tienen dos horas esperando. Pongo a prueba mi paciencia, y no con excesivos buenos resultados. ¿Qué hay de mi aceptación del a realidad?

Toda la tarde ha ido llegando gente al albergue. Son las ocho y continúa la riada: les dan sitio en el suelo, en los huecos junto a las camas. Cada uno viene con una historia que contar, un problema, una dificultad, una limitación, una esperanza a punto de cuajar.

Fuera a ratos llueve y ratos sale el sol. El camino y la vida.

Me está dando un cierto agobio llegar a Santiago, entrar en la realidad de la multitud, de la ciudad, dejar la peregrinación…Ayúdame a vivir en la realidad y no en la fantasía imaginada.

En muchos momentos, a lo largo del día de hoy, he recordado que este camino lo he hecho por amor a tu nombre. Me han venido en un todo, en un aleph, etapas, nombres, lugares, personas, en una sensación de globalidad y plenitud, sentimientos. En la cama, con los ojos abiertos, llenos de lágrimas, voy repasando la película d e mi propia vida en el camino, poniéndola en tus manos. Gracias, Señor.

Dame un corazón agradecido. Que cante tus alabanzas y te de gracias por todo lo que has hecho germinar en mi corazón a lo largo de éstos días. Por todo lo que me has enseñado imperceptiblemente. Haz tú que este camino de frutos abundantes y duraderos. Para que, enriquecido con tus gracias y virtudes, vuelva a casa lleno de saludable y perenne alegría.

Me admira que me hayas concedido que, en ningún momento, a pesar de las dificultades y limitaciones, haya tenido una tentación real de abandonar el camino. Gracias porque no me he sentido desesperado ni he experimentado miedo, más que de mí mismo. Me he descubierto con más fortaleza física, y psíquica, de la que imaginaba. Don que procede de ti. Don que me has dado con Beltrán, principalmente, y con Marlon, Itziar y Cristina. El don de la comunidad. Gracias, Señor.

Antes de meterme en la cama veo la puesta de sol. La toco cerca, estamos ya en el ocaso. Fin del camino. En tus manos.

Un comentario en «El ocaso. Cerca del final. Perdidos»

  1. Hola que tal muy bonito y profundo como siempre cuanto le ha enseñado y dado el Señor a través de todas las dificultades que lleva en si el camino y tb el crecimiento espiritual que le ha aportado.
    Y además todos estos escritos nos pueden ayudar a todos los que lo leemos y tb nosotros compartirlo cn los demás.Y todo esto nos lo dá el Señor.
    Gracias por tu aportación.
    Un saludo.

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