Nanosm nos cuenta en los foros de Ágora:
Una pequeñez de las que alegra la vida: comentar con los alumnos de 1º de bachillerato y 3º de la ESO del artículo de Vargas Llosa, el domingo, en «EL PAIS». Titulado «El olor a la pobreza» dice, entre otras cosas:
«la primera conclusión a la que llego es que el objeto emblemático de la civilización y el progreso no son el libro, el teléfono, el Internet ni la bomba atómica, sino el excusado. Dónde vacían su vejiga y sus intestinos los seres humanos es el factor determinante para saber si están todavía en la barbarie del subdesarrollo o han comenzado a progresar. Las consecuencias que tiene en la vida de las personas este hecho simple y trascendental son vertiginosas. La tercera parte de la población del planeta -unos dos mil seiscientos millones de personas-, cuando menos, no sabe lo que es un excusado, una letrina, un pozo séptico, y hace sus necesidades, como los animales, al pie de los árboles, junto a arroyos y manantiales, o en bolsas y latas que arroja en medio de la calle. Y unos mil millones utilizan para beber, cocinar, lavar la ropa y su higiene personal, aguas contaminadas por heces humanas y animales. A ello se debe que por lo menos dos millones de niños mueran cada año de diarrea y que enfermedades infecciosas, como cólera, tifoidea y parasitosis, causadas por lo que el informe llama eufemísticamente “carecer de acceso al saneamiento”, devasten enormes sectores de África, Asia y América Latina y sean la segunda causa de la mortalidad infantil en el mundo»
Pues nada, la pequeñez de estar entre la tierra, el cielo y la realidad del orinal (o los pañales, para quien los tiene)

El encuentro de esta realidad es aterradoramente natural. Tantas veces los recordamos y, no sé muy bien por que, apenas se considera su acceso a la higiene…
Ójala seamos suficientemente agradecidos como para no permitir que nos pudramos por dentro olvidándonos de la realidad y así contribuyamos a un mundo con menos necesidad.