Encuentro y experiencia

Una de las cosas más impresionantes era contemplar el firmamento estrellado, una experiencia que se reflejó en muchas de mis obra de arte y en mi poesía. Cogía una manta y me tumbaba en un prado a mirar el cielo. Me sentía feliz en aquel silencio de la noche que te comunica no sabes exactamente qué.

-¿Aún no sabe qué es?
-No, pero es vital. Es la posibilidad de reencuentro con lo trascendente, con Dios, con uno mismo, con los demás y con el entorno. No es nada específico y, al mismo tiempo, es muy necesario para estar bien con uno mismo, para entrever que lo que haces te hace feliz; da una respuesta a tu ahora y aquí, y te ayuda a acoger y a servir mejor a los demás.
Solo he podido hacerlo por una razón: el gran noviciado de mi vida no lo he hecho en Montserrat, ni en Asnurri, sino durante los 12 años que pasé al lado de mis padres. Viendo cómo se extinguían, cómo necesitaban de todo, aprendí lo que era la humildad, la obediencia, salir de uno mismo. Cuidarlos ha sido, para mí, la obra de arte por excelencia. Sentí que lo tenía que dar todo. Soy así.

Vicens Santa Maria, osb

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