Evangelio IV

Las palabras del Evangelio son milagrosas. No nos transforman porque no les pedimos que lo hagan. Pero en cada frase de Jesús, en cada uno de sus ejemplos, reside la fulminante virtud que sanaba, purificaba y resucitaba, a condición de comportarse con él como el paralítico o el centurión, de actuar de inmediato con absoluta obediencia.

Madeleine Delbrêl

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