Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y veneros que manan en el monte y la llanura; tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares y de miel; tierra en que no comerás tasado el pan, en que no carecerás de nada; tierra que lleva hierro en sus rocas y de cuyos montes sacarás cobre; entonces, cuando comas hasta hartarte, bendice al Señor, tu Dios, por la tierra buena que te ha dado.
Guárdate de olvidar al Señor, tu Dios, de no cumplir los preceptos, mandatos y decretos que yo te mando hoy. No sea que cuando comas hasta hartarte, cuando te edifiques casas hermosas y las habites, cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro y abundes de todo, te vuelvas engreído y te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud; que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, lleno de serpientes y alacranes, un sequedal sin una gota de agua; que te sacó agua de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres: para afligirte y probarte y para hacerte el bien al final.
No pienses: Por mi fuerza y el poder de mi brazo me he creado estas riquezas. Acuérdate del Señor, tu Dios, que es él quien te da la fuerza para hacerte estas riquezas, y así mantiene la promesa que hizo a tus padres, como lo hace hoy. Si olvidas al Señor, tu Dios, y sigues a dioses extranjeros, les das culto y te prosternas ante ellos, yo os garantizo hoy que pereceréis sin remedio
Deuteronomio 8, 7-19
Gracias, Pablo, por este post. A ti, a Dani, y a todo el equipo por mantener este blog. Has puesto el dedo en la llaga de este llamado primer mundo. Gracias