Habla Señor, tu siervo escucha

«Al Señor tu Dios adorarás y solo a él servirás» (Mt. 410)

Que escuchemos a Dios, que seamos capaz de orar desde la contemplación, con actitud de admiración…y descubrir el silencio desde el que el Señor nos habla.

Dios nos llama, pero a veces nos pasa como a Samuel, no identificamos su llamada, creemos que no es Dios quien nos habla. Lo difícil es responder a su llamada, y decirle: Señor, aquí estoy, haz de mi lo que tú quieras.

Que no quiero dejar tu semilla junto al camino.

No quiero ahogar palabras en el pedregal:

no pretendo el fácil contento de quien oye, se alegra… y nada más;

no quiero ser el “hombre sin raíz”, el inconstante,

el que fluctúa en el sí y el no de la conveniencia.

Tampoco quiero dejarte caer entre mis zarzas:

porque sé de mi debilidad,

porque, en un momento, te vendería por un placer,

porque sé de mis oportunismos;

porque he “aprendido” a “servir” a dos señores.

Que tu Palabra entre en mi por la Puerta Grande:

la que se abre a los amigos,

la que siempre tiene en el umbral el calor del abrazo,

la que es esperanza de fiesta para la casa,

la que es augurio de salida fecunda.

HABLA, SEÑOR

Quiero saber de tus caminos.

Hazme experto en tus sendas.

¡Guíame, enséñame!

HABLA, SEÑOR

 

 

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