La Iglesia, nos ha repetido Benedicto XVI, no es nuestra, sino de Dios; y cuántas veces nosotros los consagrad pensamos que es nuestra ¿eh? Hacemos lo que se nos ocurre… Pero no es nuestra, es de Dios, el campo a cultivar es suyo. Así pues, la misión es sobre todo gracia. La misión es gracia. Y si el apóstol es fruto de la oración, encontrará en ella la luz y la fuerza para su acción. En efecto, nuestra misión pierde su fecundidad, e incluso se apaga, en el mismo momento en que se interrumpe la conexión con la fuente, con el Señor.
Francisco, obispo de Roma
Le Corbusier, Iglesia de Ronchamp