Itinerario espiritual. Misterios del camino. Soledad acompañada.

Puente la Reina-Estella
4ª Etapa

Ya ha pasado el día. Atardece cuando escribo estas líneas. Trina un canario, en la jaula, en el albergue de Estella.En una pared me encuentro una receta con los ingredientes del camino como un itinerario espiritual:

• Silencio. Para escucharte a ti, a mi, en mi, en la creación.
• No tener prisa. Es lo que tengo yo para llegar a Santiago. Sigo calculando kilómetros y días. Algo obsesivo.
• Soledad. Yo solo, en mi mismidad, frente al cielo, a la tierra, a Dios.
• Esfuerzo y sacrificio. Andar, andar, andar y no preguntar.
• Sobriedad y dominio del espíritu.
• Gratuidad.
• Arte y belleza natural para contemplar.

Para el camino y la vida. Dame tú, Señor, los dones que me quieras seguir dando. Que ya me das.

Albergue magnífico, comparado con el de ayer. Uno no debería tenerlo en cuenta, procuro no tenerlo, pero salta a la vista. Quiero recordar que las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos pero el Hijo del Hombre no tiene un sitio donde reclinar la cabeza.

Nunca pensé que habría tantos peregrinos. Ayer se hospedaron aquí ciento treinta y cuatro. Hoy no le anda a la zaga. La hospedera comenta que muchos vienen a pasar las vacaciones de una manera barata y ecológica. En el camino entra todo. Como en tus brazos, Señor.

Al final de la marcha un poco de desesperación. Estella no llegaba nunca, solo se veía, amenazante para la historia, Montejurra. Al doblar una curva, imprevisiblemente, apareció la ciudad. Cuando menos te lo esperas, cuando más has bajado las defensas, cuando la desesperación se ha sosegado y uno se ha lanzado al abandono, entonces, zas, encuentras y llegas. O eres encontrado y te llegan. Misterios del camino y de la vida. De tu amor.

Estallo, al ver Estella, en un alarido de gozo. ¡Qué alegría cuando me dijeron, cuando mis ojos vieron! Me pregunto: ¿hubiera podido continuar? Probablemente, sí.

En la soledad y el silencio, cómo se repiten estas palabras, pisadas verdaderas del camino, he dejado que la oración del corazón calara en mis entrañas. Estás en mi corazón, Señor, vas y vienes como la sangre, en un latido de vida, sonoro como el bordón. Juntos, tú y yo, pasamos por Mañero. Llegamos a Cirauqui, nido de víboras, dice la etimología, y pienso en María aplastando la cabeza de la serpiente; paramos a desayunar en la fuente de su plaza. Todavía el cuerpo, y la mente, no se saben peregrinos, y andan como un tanto extraviados de sí mismos, con un bostezo existencial, sin saber bien de qué pié cojean, intuyéndolo…

Soledad acompañada.

Al llegar me dolían mucho las plantas de los pies, ahí experimentaba la mayor limitación física. Ungir mis pies que van por el camino…no se si es una oración, un poema, o una adaptación de mis sentimientos. Pero la hago. No podía dar un paso más y lo seguía dando.

No ha hecho calor. La nube negra, amenazante, nos ha ido acompañando con su sombra mosaica. Así cubrías con tu presencia al Pueblo de la Alianza. Gracias Señor, por tu compañía.

Me quejo de mis pies. Las ampollas de un francés, a la puerta del albergue, me dejan alucinado. ¿Qué fuerza interior le mueve? ¿Yo lo hubiera dejado…?

Sigo deseando silencio y soledad y me muevo en medio de una multitud. La muchedumbre, desde la que me has llamado tantas veces, se hace una vez más presente. Multitud como ovejas sin pastor. ¿Qué presencia soy?

En fin, Señor, que aquí te escribo. Sabiendo que estás ahora, que te busco y te deseo. Que es don tuyo esta peregrinación, éste no estar nada en lo extraordinario, sino en lo cotidiano.

Hemos celebrado la eucaristía en una pradera, al borde del río, junto al tímpano románico de la Ultima Cena. De una manera tan simple vienes hasta nosotros.

Sea lo que sea, te doy las gracias.

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