«Aunque para los profanos en la materia pueda resultar asombroso, en la teología actual existe una doble prohibición en lo que atañe a Jesús. La primera prohibición la decretan los exegetas histórico-críticos, que empequeñecen a Jesús; la segunda los ideólogos y charlatanes, que los siguen de cerca y cargan a “Jesús” con significados que a él probablemente le habrían sorprendido, pues lo instrumentalizan con intención política o lo reinterpretan como esfinge psicológica.
Por “empequeñecimiento por medio de la crítica histórica” quiero decir lo siguiente: algunos investigadores extrajeron su imagen de Jesús exclusivamente de una parte de los tres primeros evangelios, esto es Mateo, Marcos y Lucas; no tuvieron en cuenta el evangelio de Juan. Luego, cuestionaron la autenticidad de muchos otros dichos de Jesús. No vacilaron en calificar de legendarios textos que podían causar una penosa impresión a sus contemporáneos ilustrados, ni en responsabilizar a la comunidad pospascual de haber convertido a Jesús en una suerte de Dios. Lo cual empequeñeció a Jesús: un hombre corriente que dijo e hizo menos de lo que el Nuevo Testamento le atribuye».
Algunos libros son como una fuente de agua fresca después de una empinada cuesta en un día soleado. Klaus Berger, prestigioso exegeta, propone «otra» aproximación a Jesús, la del discípulo, cuya razón es más amplia, y diría yo más aguda, que la razón científica. En palabras de Max Scheler: «sólo uno tiene acceso al núcleo de la persona de Jesús: el discípulo».
(Un magnífico artículo introductorio al libro lo escribió Dolores Aleixandre en Vida Nueva con el título: «Acercarse a Jesús desde el corazón”).
Tuve la oportunidad de leerlo este verano. Considero un regalo de Dios a mí vida haberme encontrado con este autor, Klaus Berger. Desde que empecé mis estudios teológicos en el año 1996 he sido martilleado una y otra vez por método histórico-crítico como el único paradigma capaz de hablar del evangelio al hombre de hoy. El método es verdaderamente interesante y da frutos pero ha sido absolutizado por muchos como la única forma acreditada de hablar de los evangelios, y de Jesús mismo. Durante muchos años este error no ha hecho más que producir grandes inquietudes en mí, y me ha hecho confundir mentiras por verdades. También he podido ver el daño que ha hecho en algunos religiosos/as y sacerdotes y como su predicación ha empobrecido y a veces arrasado la fe de los fieles. Urge recuperar una lectura de los evangelios desde el mismo espíritu con el que fueron escritos, el Espíritu de Dios. Sólo así adquiere cuerpo, sólo así nos lleva al encuentro personal y directo con Cristo resucitado.
Gracias Paco por la referencia.
Leí la reseña de Dolores y me pareció un libro digno de leer.
Este verano lo tuve en las manos y me pareció intersante y novedoso. La semana pasado lo encontré en un oratorio y leí la introducción. Sin duda lo leeré en semana santa. Y vosotros dos me habeis animado con artículo y comentario.
Gracias por la reseña, Paco.
A ver si saco un hueco entre libro y libro y lo leo.
No lo había pensado nunca: la mejor forma para acercarse a Jesús es la del discípulo.
¡Gracias!
¡¡Un abrazo!!