Hoy he leído esta noticia en el País:
«La renuncia de Benedicto XVI sobrevuela sobre un Pontificado definido por una batalla (perdida) contra el mundo moderno»
Inevitablemente han venido a mi mente las palabras de Tolkien que ya copié hace un tiempo:
“Soy, en efecto, cristiano, de modo que no espero que la historia sea otra cosa que una larga derrota, aunque contenga (y en una leyenda puede contener más clara y conmovedoramente) algunas muestras o atisbos de la Victoria final” (Tolkien-Cartas)
Es verdad. Por una vez estoy de acuerdo con lo que dice este periódico sobre el Papa. Pero ellos han perdido la perspectiva.
Hay que distinguir las batallas perdidas por el Evangelio y las perdidas por defender un ideal cultural o de ser humano que la historia simplemente deja atrás y que en la Iglesia, como seres humanos que somos, hemos tomado por parte del Evangelio. Y de estas últimas la historia de la Iglesia tiene ya algunas en su haber.
Las primeras son derrotas que anuncian victorias. Las segundas son batallas perdidas y bien perdidas, gracias a Dios. Sin duda, en la actualidad las hay de las primeras; pero también de las segundas.