La marcha del Hambre

Son hombres y mujeres y niños pobres, pobrísimos, y huyen de la pobreza, de la falta de trabajo, de la violencia que antes era sólo de los malos patronos y de la policía y es ahora, sobre todo, la de las maras, esas bandas de forajidos que los obligan a trabajar para ellas, acarreando o vendiendo drogas, y, si se niegan a hacerlo, matándolos a puñaladas e infligiéndoles atroces torturas.

¿Adónde van? A Estados Unidos, por supuesto. ¿Por qué? Porque es un país donde hay trabajo, donde podrán ahorrar y mandar remesas a sus familiares que los salven del hambre y el desamparo centroamericano, porque allí hay buenos colegios y una seguridad y una legalidad que en sus países no existe. Saben que el presidente Trump ha dicho que ellos son una verdadera plaga de maleantes, de violadores, que traen enfermedades, suciedad y violencia y que él no permitirá esa invasión y movilizará por lo menos 15.000 policías y que, si les arrojan piedras, estos dispararán a matar. Pero no les importa: prefieren morir tratando de entrar al paraíso que la muerte lenta y sin esperanzas que les espera donde nacieron, es decir, en el infierno.

Mario Vargas LLosa, La marcha del Hambre, El País, 11.11.18

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