Madrid 11 de marzo 2020

Ven, acércate a mí. No has de temer ningún mal de quien te invita a aproximarte. Tengo para ti las palabras que lleven paz y sosiego a tu corazón, esperanza a tus oídos, consuelo a tus lágrimas, calma a tu desazón, tranquilidad a tu angustia. Si mi mano se eleva, no te suponga amenaza, sino aliento y, si mis brazos se abren a ti, no sea sino para abrazarte y levantarte, ofrecerte fortaleza y confianza. Hermano, que has caído sobre la acera y no te quedan fuerzas para levantarte: cuando los más te ignoran como si no existieras, yo vengo a ti para secar tus lágrimas, para sanar las llagas de tu cuerpo y las del alma, aquellas que se ven y las que no se ven. Comparto contigo mi pan y mi vestido. No espero ninguna recompensa. Sólo comprobar que te pones de nuevo en el camino y vuelves a creer en la vida, a confiar en tus semejantes.

Jose Antonio Sáez

Deja una respuesta