2016 29 May
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Había sido un viaje sencillo pero inolvidable, el primer viaje físico (¿o interior?) de mi vida. Quizá por eso no he podido olvidarme de él: porque quedó sembrado en mi interior como una semilla de infinitud. Y permaneció una lección: la que el mundo, como para el poeta sufí, era un hermoso y misterioso libro abierto que solo había que leerlo para interpretarlo. Ante ese paisaje-libro la mente no pensaba, solo sentía, solo aceptaba. Fue el momento de las primeras contemplaciones, del contemplar, tan importante para un escritor; es decir, de contemplarse-con lo que nos rodea. El ser conscientes de que nos hallamos inmersos en la infinitud.
Antonio Colinas
mayo 31st, 2016 at 02:44
Que hermoso!! Todos los días recibo al correo las entradas de Novabella, y todos los días son como una caricia al corazón,como un soplo para el camino. Que bueno que sigan ahí! Gracias!
junio 1st, 2016 at 02:35
Una manera bonita de describir ese viaje interior. Gracias por compartir.
Javier