Memorias del estanque

Había sido un viaje sencillo pero inolvidable, el primer viaje físico (¿o interior?) de mi vida. Quizá por eso no he podido olvidarme de él: porque quedó sembrado en mi interior como una semilla de infinitud. Y permaneció una lección: la que el mundo, como para el poeta sufí, era un hermoso y misterioso libro abierto que solo había que leerlo para interpretarlo. Ante ese paisaje-libro la mente no pensaba, solo sentía, solo aceptaba. Fue el momento de las primeras contemplaciones, del contemplar, tan importante para un escritor; es decir, de contemplarse-con lo que nos rodea. El ser conscientes de que nos hallamos inmersos en la infinitud.

Antonio Colinas

antequera

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