ni el poeta ni el religiosos salvarán el mundo ni cambiarán estruendosamente la vida de nadie. Ambos son poca cosa, como la llovizna, lumbre breve. Y, sin embargo, mediante sus actos de amor, se levanta una casa, un lugar donde habitar, un espacio sencillo para la felicidad. Bendito sea quien a ella llegue»
Víctor Herrero de Miguel