La oración. Algo gratuito, en lo que no puedo buscar nada, ni esperar nada. Donde estoy solo por saciar mi deseo de Dios, mi anhelo de Dios, mi aspiración a la unión definitiva, al contemplar su rostro, a participar de su luz. A responder a mi consagración religiosa. Para ser más suyo, menos mío, aunque no sepa cómo.