Oración en el corazón, cojera en el pié. Unificación. Nada de nada.

Estella-Los Arcos
5ª Etapa

Oración en el corazón cojera en el pie

Padre, me pongo en tus manos, haz de mi lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias.

Me he vuelto a despertar pronto, con el primer canto del gallo. Estuve un rato con la oración en la boca. Oración del corazón que me ha acompañado hoy, muy particularmente, a lo largo de toda la marcha.

Salimos por la calle mayor, o la calle Santiago, o la calle principal, siguiendo la flecha amarilla. Siempre hay una flecha que guía, que muestra, que evita perderse. Una fecha anónima, pintada por sabes tú quien. Una flecha como don que muestra el camino. La flecha de tu Palabra, la flecha del hermano, la flecha de la comunidad. Siempre, en los lugares más recónditos, al principio y al final. Los ojos la buscan, el corazón la desea, los pies la siguen, los miedos desaparecen.

Salimos y voy cojeando. Me entran los siete males ¿Me tendré que parar? Me fuerzo, y a medida que me caliento parece que el pie responde, o al menos no se para.

Hoy estaba cubierto y la luz del amanecer estaba tamizada, si cabe aún más.

La verdad sea dicha, camino y no pienso. Y viene: me sigues llamando, ¿cómo?, a una aceptación disponible del futuro, sin manipularlo, sin organizarlo, sin preverlo, sin querer controlarlo. Como venga, con disponibilidad total. Abierto a ti, como María. Receptivo. Ay, ese pecado de intentar disponer todo según mi voluntad y no la tuya.

Señor Jesucristo, hijo de Dios, ten misericordia de mí.

La marcha ha tenido un momento particularmente unificado. Un largo paseo entre trigales segados, todo el horizonte un campo dorado a cepillo. Yo solo en el camino. Ni rastro de nada. Nada, nada, nada. Nada de nada. Ni rastro de n, ni rastro de a, ni rastro de d, ni rastro de a. Ni rastro del mudejarillo. Y sin embargo, tú presente con una dulzura infinita, tú presente en la inmensidad sencilla de tu creación. He parado un momento para dejar serenarse a tanta consolación regalada, un infinito. He parado, he alzado las manos, te he alabado.

Apoteosis barroca en la Iglesia de Santa María. En un pueblo tan pequeño, con unas casas de adobe, hace siglos , entrar en una iglesia así sería entrar en el paraíso del oro. En lo sagrado. Gozo estético. Sobrecogimiento. Admiración. Desde el coro el espectáculo es increíble. Adorar…

Participamos en la eucaristía. Al final, la oración del peregrino:

Oh Dios, que sacaste a tu siervo Abraham de la ciudad de Ur de los caldeos, guardándolo en todas sus peregrinaciones, y que fuiste el guía del pueblo hebreo a través del desierto; te pedimos que nos guardes a nosotros, siervos tuyos, que por amor a tu nombre, peregrinamos a Santiago de Compostela:

Se para nosotros
Compañero en la marcha
Guía en las encrucijadas
Aliento en el cansancio
Defensa en los peligros
Albergue en el camino
Sombra en el calor
Luz en la oscuridad
Consuelo en los desalientos
Y firmeza en nuestros propósitos

Para que, por tú guía, lleguemos sanos y salvos al término del camino, y enriquecidos de gracias y virtudes, volvamos ilesos a nuestras casas, llenos de saludable y perenne alegría.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Por amor de tu nombre.

Por amor.

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