Oración y tentación

No meter excesivo ruido al cuerpo, que está tan ruidoso, y tan empecatado. Si se lo meto, y me rebozo en el barro de la sensualidad, a la que soy tan dado, no me preocupo tanto de mi pecado cuanto que me gozo en su misericordia. Cuando me viene la tentación del  «yo no soy digno» me digo que ya lo se, pero que todo esto se produce no por mis méritos sino conforme a su bondad.

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