Santa Teresa mística y poeta

creo que fue una persona nada sospechosa como Malraux– dijo aquello de que “el siglo XXI será místico o no será”. Yo no sería tan radical y diría que el siglo XXI debe atender a la espiritualidad, a un sistema trascendente de valores, o no será. Creo que son buenos tiempos para que figuras como la de santa Teresa vuelvan a tener un fecundo protagonismo. Hoy, en un mundo que tiende a ser anestesiado, a la atomización de valores, a la confusión, se vuelven los ojos hacia las diversas místicas, tanto las de Occidente como las de Oriente Medio y Extremo. Todas ellas se funden y confluyen en un mensaje único: en la idea del amor. Y todas las místicas van respaldadas en obras poéticas de excepción.

Antonio Colinas

0 V Centenario Santa Teresa de Jesús

 

Santa Teresa

Me sorprende, a estas alturas, su modernidad, su afán reformador; ese mantenerse con una voluntad enorme –enferma, pero a la vez llena de una energía muy suya– entre el mundo y el silencio y la soledad más sonoros; ese conjugar la celda y la interioridad más sublimes con el recorrer los caminos a pie o en carromato. Y su prosa, llena de sabor y de un aparente hermetismo que la hace aún más misteriosa –

Antonio Colinas

Los rincones de Santa Teresa

Aprender a orar III

 nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas «escuelas de oración», donde el encuentro con Cristo no se exprese solamente en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha y viveza de afecto hasta el « arrebato del corazón. Una oración intensa, pues, que sin embargo no aparta del compromiso en la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios

Juan Pablo II

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Aprender a orar II

Nosotros, que tenemos la gracia de creer en Cristo, revelador del Padre y Salvador del mundo, debemos enseñar a qué grado de interiorización nos puede llevar la relación con él.

La gran tradición mística de la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, puede enseñar mucho a este respecto. Muestra cómo la oración puede avanzar, como verdadero y propio diálogo de amor, hasta hacer que la persona humana sea poseída totalmente por el divino Amado, sensible al impulso del Espíritu y abandonada filialmente en el corazón del Padre. Entonces se realiza la experiencia viva de la promesa de Cristo: « El que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él » (Jn 14,21). Se trata de un camino sostenido enteramente por la gracia, el cual, sin embargo, requiere un intenso compromiso espiritual que encuentra también dolorosas purificaciones (la « noche oscura »), pero que llega, de tantas formas posibles, al indecible gozo vivido por los místicos como « unión esponsal ». ¿Cómo no recordar aquí, entre tantos testimonios espléndidos, la doctrina de san Juan de la Cruz y de santa Teresa de Jesús?

Juan Pablo II

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Aprender a orar I

Para esta pedagogía de la santidad es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración.  Pero sabemos bien que rezar tampoco es algo que pueda darse por supuesto. Es preciso aprender a orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los labios mismos del divino Maestro, como los primeros discípulos: « Señor, enséñanos a orar » (Lc 11,1). En la plegaria se desarrolla ese diálogo con Cristo que nos convierte en sus íntimos: « Permaneced en mí, como yo en vosotros » (Jn 15,4). Esta reciprocidad es el fundamento mismo, el alma de la vida cristiana y una condición para toda vida auténtica.

Juan Pablo II, Novo milenio ineunte

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San Columbano

Te pido, Salvador amantísimo, que te manifiestes a nosotros, que llamamos a tu puerta, para que, conociéndote, te amemos sólo a ti y únicamente a ti; que seas tú nuestro único deseo, que día y noche meditemos sólo en ti, y en ti únicamente pensemos. Alumbra en nosotros un amor inmenso hacia ti, cual corresponde a la caridad con la que Dios debe ser amado y querido; que esta nuestra dilección hacia ti invada todo nuestro interior y nos penetre totalmente, y, hasta tal punto inunde todos nuestros sentimientos, que nada podamos ya amar fuera de ti, el único eterno. Así, por muchas que sean las aguas de la tierra y del firmamento, nunca llegarán a extinguir en nosotros la caridad, según aquello que dice la Escritura: Las aguas torrenciales no podrán apagar el amor.

Que esto llegue a realizarse, al menos parcialmente, por don tuyo, Señor Jesucristo, a quien pertenece la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

San Columbano

 

El esfuerzo y la paciencia tienen recompensa

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Si esperas 15 minutos, en vez de un pastel, tendrás dos

La escena es parte de un experimento de hace más de 40 años, donde se puso de manifiesto que dos de cada tres niños ceden a la tentación. 15 años después se repitió el estudio y se llegó a la conclusión de que aquellos que habían esperado pacientemente tenían mejores notas, expectativas laborales y mayor autocontrol. El estudio concluyó, que los que se comían el pastel estaban condenados. Que lo rápido, lo inconstante, lo frágil les perseguiría hasta la edad adulta.

Otro estudio, retomó el tema haciendo que un adulto hablara antes con el niño. La conclusión fue que si un niño vive en un contexto en el las promesas se cumplen, esperará para conseguir la recompensa porque sabe que la paciencia tiene un objetivo. Si en cambio vive rodeado de personas en las que no confía, el niño se comerá el pastel que tiene delante sin pensar en el futuro. 

La propuesta de la Iglesia en relación con el matrimonio se parece a este ejemplo. Exige compromiso, paciencia, fidelidad y renuncia, pero promete a cambio una recompensa que muchas veces olvidamos, pero que podemos ver en quienes nos han precedido. La Iglesia que es Maestra nos enseña que un momento es poco tiempo, aspiramos a lo eterno. 

Más reflexiones interesantes aquí sobre la percepción del tiempo en nuestra sociedad, la paciencia, el esfuerzo, etc.

 

Orar

la oración no es tanto algo que haya de cumplirse a tales o cuales horas, en sitio apartado y recogido y en postura compuesta, cuanto es un modo de hacerlo todo votivamente con toda el alma y viviendo en Dios. Oración ha de ser el comer y el beber y el pasearse y el jugar y el leer y el escribir y el conversar y hasta el dormir, y rezo todo, y nuestra vida en continuo y mudo «hágase tu voluntad» y un incesante «venga tu reino», no ya pronunciados, mas ni aún pensados siquiera, sino vividos»
Miguel de Unamuno

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