Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra
Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra
Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte
Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombras de muerte
¡Oh renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos, no tardes más.!
¡Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu brazo!
«Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando de uno a otro confín, y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación»
¡Oh toque delicado!
San Juan de la Cruz
¿Por qué no imitas la suavidad de tu Dios?
San Efrén
El otro día pude verla con unos amigos y realmente la recomiendo. Es muy interesante presentar al mundo otra realidad que está aconteciendo junto con las crisis las catástrofes y las desviaciones de todo tipo. No hay que darle la palabra solo a lo corrupto.
Creo que es muy interesante la forma de exponer el tema y el planteamiento de “y si fuera cierto ¿qué haría yo?” en este momento en que buscamos algo en lo que creer. El estilo de J.M. Cotelo una vez más engancha y te mete en el documental/película de manera amena y original.
Aun así hay cosas que se me han quedado bastante flojas. Poniéndonos finos podrían sacar más pero me quedo solo en las dos más gordas para mi gusto:
Con todo, creo que es una película muy interesante y merece la pena verla, pero sobre todo escuchar todo lo que se dice y ver cómo resuena en nuestra vida el testimonio de fe de otras personas reales y vivas en el siglo XXI.
Sorpresa en el cine español: «Mary´s Land-Tierra de María» es un éxito de taquilla y rentabilidad Realmente hacía tiempo que no veía a tanta gente en una sala de cine. Estoy acostumbrado a ver salas vacías en películas «taquilleras» y la sala no estaba llena por supuesto, pero sí había mucha más gente que de costumbre.
Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial que afecta a las finanzas y a la economía pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo.
(…)
En este sentido, animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos».
En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera.
Quinientos inmigrantes subsaharianos en el hangar del aeropuerto de Lampedusa
Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.