Oración y mística II: en el mundo

La unión con Dios no aleja del mundo, pero nos da la fuerza para permanecer realmente en el mundo, para hacer lo que se debe hacer en el mundo. Así pues, también en nuestra vida de oración tal vez podemos tener momentos de particular intensidad, en los que sentimos más viva la presencia del Señor, pero es importante la constancia, la fidelidad de la relación con Dios, sobre todo en las situaciones de aridez, de dificultad, de sufrimiento, de aparente ausencia de Dios. Sólo si somos aferrados por el amor de Cristo, seremos capaces de afrontar cualquier adversidad, como san Pablo, convencidos de que todo lo podemos en Aquel que nos da la fuerza (cf. Flp 4, 13).
Benedicto XVI, catequesis sobre la oración

Ethiopia, 2008

Oración y mística I: San Pablo

Queridos amigos, en el siglo pasado Albert Schweitzer, teólogo protestante y premio Nobel de la paz, afirmaba que «Pablo es un místico y nada más que un místico», es decir, un hombre verdaderamente enamorado de Cristo y tan unido a él que podía decir: Cristo vive en mí. La mística de san Pablo no se funda sólo en los acontecimientos excepcionales que vivió, sino también en la relación diaria e intensa con el Señor, que siempre lo sostuvo con su gracia. La mística no lo alejó de la realidad; al contrario, le dio la fuerza para vivir cada día por Cristo y para construir la Iglesia hasta los confines del mundo de aquel tiempo.
Benedicto XVI, Catequesis sobre la oración

Conversión Pablo

Oración y Espíritu III. Resultado de la oración. Oración y sufrimiento

Otra consecuencia que se verifica en nuestra vida cuando dejamos actuar en nosotros al Espíritu de Cristo es que la relación misma con Dios se hace tan profunda que no la altera ninguna realidad o situación.

Entonces comprendemos que con la oración no somos liberados de las pruebas o de los sufrimientos, sino que podemos vivirlos en unión con Cristo, con sus sufrimientos, en la perspectiva de participar también de su gloria (cf. Rm 8, 17). Muchas veces, en nuestra oración, pedimos a Dios que nos libre del mal físico y espiritual, y lo hacemos con gran confianza. Sin embargo, a menudo tenemos la impresión de que no nos escucha y entonces corremos el peligro de desalentarnos y de no perseverar. En realidad, no hay grito humano que Dios no escuche, y precisamente en la oración constante y fiel comprendemos con san Pablo que «los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará» (Rm 8, 18)

La oración no nos libra de la prueba y de los sufrimientos; la oración no nos libra del sufrimiento, pero la oración nos permite vivirlo y afrontarlo con una fuerza nueva, con la misma confianza de Jesús.

Benedicto XVI, catequesis sobre la oración

Así nacen los libros: rapiscimi.

Así nacen los libros, en el amor,  así nacen los libros que nadie lee jamás, así Dios pone el libro en ti, antes de nacer, como un puñado de barro que se transformará en luz. Preguntan todos cómo se escribe un libro. Se acerca uno a Dios y se le dice: fecunda mi mente, entra en mi corazón y llévame lejos de los demás, ráptame. Así nacen los libros, así nacen los poetas.

Domandano tutti como si fa a scrivere un libro. Si va vicino a Dio e gli si dice: fecunda la mia mente, mettiti nel mio cuore e portami via degli altri, rapiscimi
Alda Merini

Bernini, Rapto de Prosepina

Oración y Espíritu II, oración intercesora

la oración del creyente se abre también a las dimensiones de la humanidad y de toda la creación, que, «expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8, 19). Esto significa que la oración, sostenida por el Espíritu de Cristo que habla en lo más íntimo de nosotros mismos, no permanece nunca cerrada en sí misma, nunca es sólo oración por mí, sino que se abre a compartir los sufrimientos de nuestro tiempo, de los demás. Se transforma en intercesión por los demás, y así en mi liberación, en canal de esperanza para toda la creación, en expresión de aquel amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu que se nos ha dado (cf. Rm 5, 5). Y precisamente este es un signo de una verdadera oración, que no acaba en nosotros mismos, sino que se abre a los demás, y así me libera, así ayuda a la redención del mundo.

Benedicto XVI, catequesis sobre la oración

162 Emily Dickinson: My River runs to thee

My River runs to thee—
Blue Sea! Wilt welcome me?
My River waits reply—
Oh sea— look graciously—
I’ll fetch thee Brooks
From spotted nooks—
Say—Sea— Take Me!

Hacia ti va mi río.
¡Oh mar azul! ¿Aceptarás mis aguas?
Mi río está esperando tu respuesta.
¡Oh mar, acógeme!
Voy a llevarte arroyos
que nacen en lugares apartados.
¡Oh mar, di que me aceptas!

(traducción por Carlos Pujol)

Oración y Espíritu I

En la oración, más que en otras dimensiones de la existencia, experimentamos nuestra debilidad, nuestra pobreza, nuestro ser criaturas, pues nos encontramos ante la omnipotencia y la trascendencia de Dios. Y cuanto más progresamos en la escucha y en el diálogo con Dios, para que la oración se convierta en la respiración diaria de nuestra alma, tanto más percibimos incluso el sentido de nuestra limitación, no sólo ante las situaciones concretas de cada día, sino también en la misma relación con el Señor. Entonces aumenta en nosotros la necesidad de fiarnos, de abandonarnos cada vez más a él; comprendemos que «no sabemos orar como conviene» (Rm 8, 26). Y el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra incapacidad, ilumina nuestra mente y calienta nuestro corazón, guiando nuestra oración a Dios.»

Benedicto XVI, catequesis sobre la oración

Oración y pastoral

…el primado de la oración y de la Palabra de Dios, que luego produce también la acción pastoral. Si los pulmones de la oración y de la Palabra de Dios no alimentan la respiración de nuestra vida espiritual, corremos el peligro de asfixiarnos en medio de los mil afanes de cada día: la oración es la respiración del alma y de la vida.

Hay otra valiosa observación que quiero subrayar: en la relación con Dios, en la escucha de su Palabra, en el diálogo con él, incluso cuando nos encontramos en el silencio de una iglesia o de nuestra habitación, estamos unidos en el Señor a tantos hermanos y hermanas en la fe, como un conjunto de instrumentos que, aun con su individualidad, elevan a Dios una única gran sinfonía de intercesión, de acción de gracias y de alabanza.

Benedicto XVI Catequesis sobre la oración
james-tissot-1886-961

Oración y vida

también nosotros debemos saber llevar los acontecimientos de nuestra vida diaria a nuestra oración, para buscar su significado profundo…iluminados por la Palabra de Dios…podemos aprender a ver a Dios presente en nuestra vida, presente también y precisamente en los momentos difíciles y que todo- incluso en las cosas incomprensibles- forman parte de un designio de amor.»

De una catequesis sobre la oración de Benedicto XVI.

1955+Robert_Doisneau+Jacques_Prevert_Paris

Oración en la cárcel. Dormir en confianza. Intercesión

Quiero subrayar también otro aspecto de la actitud de Pedro en la cárcel: de hecho, notamos que, mientras la comunidad cristiana ora con insistencia por él, Pedro «estaba durmiendo» (Hch 12, 6). En una situación tan crítica y de serio peligro, es una actitud que puede parecer extraña, pero que en cambio denota tranquilidad y confianza; se fía de Dios, sabe que está rodeado por la solidaridad y la oración de los suyos, y se abandona totalmente en las manos del Señor. Así debe ser nuestra oración: asidua, solidaria con los demás, plenamente confiada en Dios

Benedicto XVI catequesis sobre la oración

Palabra y silencio II

hay también una segunda relación importante del silencio con la oración:

no sólo existe nuestro silencio para disponernos a la escucha de la Palabra de Dios. A menudo, en nuestra oración, nos encontramos ante el silencio de Dios, experimentamos una especie de abandono, nos parece que Dios no escucha y no responde. Pero este silencio de Dios, como le sucedió también a Jesús, no indica su ausencia. El cristiano sabe bien que el Señor está presente y escucha, incluso en la oscuridad del dolor, del rechazo y de la soledad. Jesús asegura a los discípulos y a cada uno de nosotros que Dios conoce bien nuestras necesidades en cualquier momento de nuestra vida. Él enseña a los discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis» (Mt 6, 7-8): un corazón atento, silencioso, abierto es más importante que muchas palabras.
Benedicto XVI, catequesis sobre la oración
image

De cine: The deep blue sea

Escuche, se dicen muchas tonterías sobre el amor. ¿Sabe lo que es el amor? Limpiarle el culo al otro o cambiarle las sábanas cuando se ha orinado y dejarle mantener su dignidad para poder seguir adelante»

Mrs Elton ( la portera que sigue amando y cuidando a su marido enfermo, su galán), se lo dice a la protagonista, Lady Hester Collyer, tras su intento de suicidio por un amor pasión que conlleva adulterio. En la película The deep blue sea.