La flor y el canto II

Flor y canto ( dos palabras para expresar una idea azteca, al uso de los indígenas) da significado a la vida, puesto que es la manera de pensar, vivir y morir. Agrada al dador de la Vida quien viene a vivir en nuestros corazones conforme poseemos la verdad. Cuando los eres humanos ofrecen sus flores que cantan y sus cantos que florecen, cuando crean expresiones artísticas desde su verdad más profunda,

el dador de la vida «se divierte y ríe»

La divinidad escucha cuando «clamamos desde lo más profundo de nuestro ser» y bendice nuestros esfuerzos por expresarnos»

Rosa María Icaza

La flor y el canto

Entre los pueblos indígenas, la relación de los seres humanos con la divinidad era una verdad que palpitaba en su ser. Su deseo de conocer y expresar la verdad era un anhelo real en su vida. Sentían que solo por medio de la flor y el canto podían expresar la verdad, pues ese era el camino al «Dador de la Vida».

Para los aztecas la flor de la canción era el fruto de una expereincia interior auténtica, y surgía desde adentro, desde el hogar de Dios. Es el único modo de comunicar nuestro propio ser con el Dador de la Vida, que habita en nuestros corazones.

Rosa María Icaza.

Acción de gracias

La acción de gracias debe ocupar un sitio importante en nuestra oración, la palabra «gracias» debe estar al inicio de todas nuestras oraciones, porque la bondad de Dios precede todos nuestros actos, envuelve todos los instantes de nuestra vida.

Beato Carlos de Foucauld

Padre, me pongo en tus manos, sea lo que sea, te doy las gracias.

Experiencia de lo eterno

Esa noche, después de cenar, salí a pasear con algunos amigos por ese bosque al que amábamos. Estaba oscuro. Caminábamos. Poco a poco, las risas se apagaron; las palabras escaseaban. Quedaba la amistad, la confianza, la presencia compartida, la dulzura de esa noche y de todo… No pensaba en nada. Miraba. Escuchaba. Rodeado por la oscuridad del sotobosque. La asombrosa luminosidad del cielo. El silencio ruidoso del bosque: algunos crujidos de las ramas, algunos gritos de los animales, el ruido más sordo de nuestros pasos… Todo eso hacía que el silencio fuera más audible.

Y de pronto… ¿Qué? ¡Nada! Es decir, ¡todo! Ningún discurso. Ningún sentido. Ninguna interrogación. Sólo una sorpresa. Sólo una evidencia. Sólo una felicidad que parecía infinita. Sólo una paz que parecía eterna. El cielo estrellado sobre mi cabeza, inmenso, insondable, luminoso, y ninguna otra cosa en mí que ese cielo, del que yo formaba parte; ninguna otra cosa en mí que ese silencio, que esa luz, como una vibración feliz, como una alegría sin sujeto, sin objeto (sin otro objeto que todo, sin otro sujeto que ella misma), ¡ninguna otra cosa en mí, en la noche oscura, que la presencia deslumbrante de todo!

Paz. Una paz inmensa. Simplicidad. Serenidad. Alegría. Estas dos últimas palabras podrían parecer contradictorias, pero no se trata de palabras: era una experiencia, un silencio, una armonía. Formaba como un calderón, pero eterno, sobre un acorde perfectamente afinado, que era el mundo.

Me sentía bien. ¡Sorprendentemente bien! Tan bien que no sentía la necesidad de decírmelo, ni siquiera el deseo de que no se terminara. Ya no había palabras, ni carencia ni espera: puro presente de la presencia. Apenas puedo decir que paseara: sólo estaba el paseo, el bosque, las estrellas, nuestro grupo de amigos…

Ya no había ego, ni separación ni representación: únicamente la presentación silenciosa de todo. Ya no había juicios de valor: tan sólo lo real. Ya no había tiempo: tan sólo el presente. Ya no había la nada: tan sólo el ser. Ya no había insatisfacción, ni odio, ni miedo, ni cólera ni angustia: únicamente alegría y paz. Ya no había comedida, ni ilusiones ni mentiras: tan sólo la verdad que me contiene y a la que yo no contengo.

Todo eso duró apenas algunos segundos. A la vez, me sentía agitado y reconciliado, agitado y más tranquilo que nunca. Desasimiento. Libertad. Necesidad. El universo al fin devuelto a sí mismo. ¿Finito? ¿Infinito? No se plantea la pregunta. Ya no había preguntas. ¿Cómo se les podría dar respuesta? Sólo había la evidencia. Sólo había el silencio. Sólo había la verdad, pero sin frases. Sólo el mundo, pero sin significación ni meta. Sólo la inmanencia, pero sin contrario. Sólo lo real, pero sin otro. N fe. Ni esperanza. Ni promesa. Sólo había todo, y la belleza de todo, y la verdad de todo, y la presencia de todo.»

André Comte-Sponville

La cita es larga y probablemente pocos lectores han llegado hasta el final.

Sin soledad para ser tiempo, sin silencio para que se remansen las palabras, sin posibilidad de contemplar una pantalla de ordenador más de un flash efímero..

¿cómo vamos a ahacer experiencia del eterno, de la palabra, de que nos deja entrever en todo su visión?

 

 

Permanece lo real

Hay que contemplar la naturaleza mucho y durante mucho tiempo para llegar a la convicción de que lo más atrayente que han pintado los grandes maestros está basado en la vida, en la realidad. Una base de sólida poesía, que siempre ha existido, algo demostrado por los hechos y que, si se busca con suficiente profundidad, puede encontrarse.

Lo que queda del pasado, permanece»
Vicent Van Gogh, Carta a su hemano Theo, enero 1885

Juventud indomable VS Iglesia inflexible. Brave

Hace unas semanas tuvo lugar en Valencia un Congreso Nacional de Pastoral Juvenil. Para anunciarlo encargaron este vídeo a Juan Manuel Cotelo, director de La última Cima, que con el mismo gancho transmite ahora en una serie de entrevistas, algo de la realidad de la fe que estamos viviendo entre los jóvenes de forma bastante acertada a mi parecer.

A partir de este montaje, hemos aprovechado para hablara de la fe, y su transmisión en el mundo de hoy a chavales de 2º de Bachiller en el contexto de unos ejercicios espirituales.
Creo que merece la pena verlo y analizarlo detenidamente.

¿Cuáles son las normas de la Iglesia? ¿Cuáles son mis normas? ¿Qué consigo con mis normas? ¿A qué aspiro? ¿Y Dios? ¿Cómo transmitirlo? Entorno a estas preguntas, presenta a una juventud rebelde que rechaza a una Iglesia inflexible por querer buscar su propio camino que conduce al vacío, y quizá por eso, estos mismos jóvenes ponen la expectativa en volver a la fe y la moral cristiana recibida de sus padres. Finalmente nos empuja a ser testigos de la fe desde la propia vivencia y con el ejemplo coherente, para ser modelos significativos para otras personas. Ser transmisores de vida más que de verdades.

Y escribiendo esto me viene a la cabeza la película Brave

El destino puede cambiar, mira en tu interior, repara el lazo roto por el orgullo

Esta es la clave que recibe la protagonista para resolver el problema.

Una madre y una hija inflexibles, orgullosas habrán de descubrirse mutuamente y aprender a quererse de nuevo para reparar el lazo que rompieron con su intransigencia. La joven por ser joven, soñadora, e indomable; la madre por ser madre y reina, responsable de su hija y su porvenir. Las dos olvidaron que son madre e hija, y que la madre un día fue hija y que la hija un día será madre.

“Si tan solo me escuchara!”… se reprochan mutuamente en un divertido diálogo que acaba con la ruptura del amor que les unía.

¿Será esto lo que nos pasa muchas veces entre la “madre” Iglesia y a sus jóvenes?

Cristo Resucitado de Bramantino

creo que es el retrato más hermoso jamás pintado. Incluso mi ateísmo vacila delante de él. No concibo que alguien pueda pasar ante esa figura sin detenerse. El rostro de Cristo es como una iglesia en la que el sufrimiento y la renuncia se hubieran desposado. Cada inteligencia, al mirarse en ese redentor, comprenderá cosas de las que nunca había oído hablar, pero que siempre había conocido: el miedo a la muerte, el castigo, la culpa, la fidelidad a una idea, la promesa de la belleza»

Prohaska, en Medusa, de Ricardo Menéndez Salmón

Ojos para ver en Tu figura tanta Belleza, tanta vida, tanto misterio escondido. Esos ojos…

Albergar el infinito.

Si en el alma hay un huésped,
no se sale de casa:
¡para qué viajar
si estamos albergando al infinito?

La urbanidad prohíbe
que se le ocurra irse al anfitrión,
cuando está de visita,
el gran Emperador

Emily Dickinson

¿Por qué buscar fuera al que tenemos dentro?

¿No me doy cuenta que en el silencio estoy albergando al infinito?

Milagro cotidiano. Sobre las aguas.

Esta viñeta publicada por El roto, ( El País, 17 de noviembre de 2012), pone  delante de mis ojos la realidad:

vivimos en un milagro permanente, tenemos ojos y no vemos que es así.  No creemos, aunque andemos sobre las aguas. Porque tenemos embotada la comprensión.

Dios mira nuestras increencias y deja que sigamos caminando sobre el milagro de nuestra vdia.