Este encuentro con el Dios de la vida es como el amanecer de cada día: una promesa de luz y color. Contemplar el ascenso lento, majestuoso, del sol en el horizonte, rasgando las lejanas nubes en un oriente de singular belleza, es una experiencia alejada del hombre de hoy; este hombre que tiene necesidad de ralentizar su vida, crecer en la experiencia de admirar, adquirir más sabiduría contemplativa.
José Alegre, Abad de Poblet