Retrete interior

Pero para Montaigne ocultarse no solo significaba ponerse a salvo, en la medida de lo posible, del peligro físico. Hombre sociable y conversador como era, defendía sin embargo un grado de ocultamiento íntimo que no puede lograrse más que en la soledad. Uno tiene que poder retirarse a una trastienda de sí mismo, una arrière-boutique, dice Montaigne, en la que quede cancelada o en suspenso la presión del mundo exterior, donde no se escuche ese ruido permanente que nos acosa sin que nos demos cuenta. El ruido de los motores, de las sirenas, de las alarmas, de los anuncios, de las canciones y las charlatanerías de la radio en los taxis, el ruido de las voces y la música en los locales llenos de gente, el ruido de los mensajes y los timbres de llamada y los soliloquios de los viajeros en los trenes, el ruido de las opiniones fervientes.

Antonio Muñoz Molina, Hace falta ocultarse

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