En el silencio

la oración encuentra su fuente en el silencio y la paz interior; es ahí donde se manifiesta la gloria de Dios. Porque, cuando cerremos los ojos y los oídos, cuando nos encontremos en presencia de Dios, cuando, liberados de la agitación del mundo exterior, estemos dentro de nosotros mismos, entonces veremos claramente en nuestras almas el reino de Dios. Porque el reino de los cielos está en nosotros mismos: es Jesús, nuestro Señor, quien nos lo dijo.»
San Juan Damasceno

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