Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen, para que seáis hijos del Padre Celestial, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.
Mt 5, 43-46
Me entristece encontrarme a diario con algunos blogs y medios de información católica que mantienen guerras abiertas contra otros católicos. Es muy cierto que el peor enemigo es el que tenemos en nuestra propia casa, pero es aquí donde se nos ofrece la mejor oportunidad para practicar el evangelio de hoy. El amor al enemigo no consiste en ignorarlo, o en soportarlo, si no en reconocer que se le necesita, en descubrir la semillas del Verbo que también germinan en él, en buscar lo que nos une y no tanto lo que nos divide, en pedirse perdón en privado y en público… el amor es paciente, servicial, no lleva cuentas del mal, todo lo soporta, todo lo espera.
Señor Jesús, bendice a quiénes me odian y atacan, y convierte mi corazón para que pueda amar como tú lo haces.