Monte de Gozo. Pórtico de la Gloria. Por amor a tu nombre

Santa Irene-Santiago de Compostela
Ultima Etapa

Salimos de Santa Irene a la hora de la oscuridad. Arriba, el cielo, estaba claro y estrellado. Dentro de mí, ancho. En la medida que íbamos bajando al valle entrábamos en la bruma. Vapores mágicos en los bosques de eucaliptos, en las últimas corredoiras, en las subidas y bajadas del camino. Camino, camino, camino, como tránsito gozoso hacia el pórtico de la gloria.

Se me seguía dilatando el corazón y las piernas me conducían imparables, como si nunca hubieran estado cansadas, con espíritu renovado. Camino de encuentro contigo, camino en tu presencia.

El monte del gozo estaba neblinoso y no vimos las torres de la catedral. Nos se veían, pero estaban allí. Imagen de la fe.

La entrada a Santiago no se me hizo nada pesada, tanto era el deseo, tanto me ardía el corazón.

Al ver la catedral, desde la vía sacra, por la plaza de Quintana, voy llorando. En silencio.

Todo es como un sueño: haber llegado, los rituales, el pórtico que anticipa la gloria que me tienes prometida en Cristo Jesús, la meta, tú el camino, la verdad y la vida.

Voy a la sacristía. No hay ningún problema para concelebrar. Gracias, Señor, por este inmenso don de darte, gracias unido a Cristo.

Antes hago una larga cola para abrazar a Santiago y en el abrazo pongo todo mi ser. Con devoción bajo a la cripta del sepulcro y allí te pido por mi misión de apóstol y evangelizador, por mi sacerdocio.

Me tienes en un silencio profundo.

A pesar de estar cansado por los kilómetros de hoy, de tener los pies cocidos dentro de las zapatillas con las que he andado, en la eucaristía me tienes profundamente recogido. Gracias.

Santiago me hace el regalo del evangelio: tan unido a mi vocación.

El muchacho le dijo, todo eso lo he cumplido. ¿qué me falta?.Jesús le contestó: Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, dáselo a los pobres – así tendrás un tesoro en el cielo- y luego vente conmigo”

Tu palabra par mi vida. La confirmación de la vocación. Una opción por los pobres. Es tu palabra al final del camino. Si quieres llegar al final vende lo que tienes, da el dinero a los pobres, y vente conmigo. Hazme disponibilidad total para ti. Quiero y elijo pobreza con Cristo pobre. Sea lo que sea, te doy las gracias.

Dame, Señor, tu fortaleza.
Indícame el camino que he de seguir.
Tú estás conmigo, eres compasivo y misericordioso. Me colmas de gracia y bendición y de ternura.
Tu gracia vale más que la vida.

Por la tarde estuve un rato de silencio en la capilla del Santísimo, en la catedral. Adorándote. En un agradecido trato de amor.
En la credencial me ponen el sello de Terminó su camino, en Santiago de Compostela.
En el cuaderno, pongo el sello de Santa María del camino, en Santiago de Compostela.

II
María Reina

A las siete y media de la mañana estoy en la catedral, silenciosa, solo dos o tres peregrinos madrugadores, que van llegando con sus mochilas.

Solo contigo en el Pórtico de la Gloria, dejándome acoger por ti.
Solo contigo, en la intimidad, en un prolongado rato de oración, tras la eucaristía.

En un buen rato de intimidad, solo, abrazando de nuevo a Santiago, apoyando en sus espaldas mi camino. Un instante de nuevo, en el sepulcro, cuando los canónigos entonaban el Hosanna y comenzaban el canon romano, en la capillita de la cripta.

Eres la delicia de mi corazón.

Te han explicado, hombre, lo que Dios quiere de ti: simplemente que respetes e derecho, que ames la misericordia y andes humilde con tu Dios.

Señor, Jesús, ten misericordia de mí.

Me pongo en tus manos. Sea lo que sea, te doy las gracias.

En la memoria litúrgica de María Reina del año Jubilar
Dos mil años de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo.

El ocaso. Cerca del final. Perdidos

Melide-Santa Irene
27ªetapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

En la oscuridad, como todas las mañanas, el camino se inicia en la oscuridad, salimos del albergue. Beltrán olvidó su cartera, con dinero y la tarjeta de crédito, en la cocina y allí estuvo toda la noche. Nadie quitó nada, es agradable ver la honradez de la gente, tan cerca del sepulcro del apóstol.

Empezar a andar y empezar el diluvio. Como en Roncesvalles. Nos tenemos que refugiar bajo un balcón. Vemos llover. Como no escampa, aunque amaina, seguimos caminando. La linterna filtra de luz la cortina de agua. En un momento dado no vemos la flecha amarilla, en una desviación, y seguimos caminando.

Tan cerca del final nos perdemos. Desandamos lo andado. Una sencilla lección.

La segunda parte de la marcha, después del desayuno, se me hace muy pesada, lenta, limitada. No disfruto de los paisajes, que son hermosos y suaves, frescos y prolongados, verdes, boscosos, con olor a tierra mojada y eucalipto, con sabor a meta que se va logrando.

Por primera vez voy al último del grupo, renqueando, con esfuerzo y fatiga. Otra lección.

Me sigues enseñando a caminar tu mismo camino, derramas sobre mí tu Espíritu.

Caminad según el Espíritu, y no os dejéis arrastrar por los apetitos desordenados. Ahora bien, las obras de la carne son bien claras: lujuria, impureza, desenfreno, idolatría, supersticiones, enemistades, disputas, celos, iras, litigios, divisiones, partidismos, envidias, homicidios, borracheras, comilonas y cosas semejantes a éstas. Os advierto, como ya antes os advertí, que los que se entregan a estas cosas no heredarán el reino de Dios. Por el contrario, los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, generosidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia; contra estas cosas no hay ley. Los que son de Cristo Jesús han crucificado los apetitos desordenados, con sus pasiones y apetencias.
Si vivimos por el Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu.

En el único bar que vemos tomo una manzana, la saboreo. Pero parece que todo el cansancio del amino me viene de golpe, el final de la etapa se me hace eterno, fuerzo la pierna, tengo una especie de calambre agarrotado en la mente. Me digo que me quedan veinte kilómetros y, aunque todos los días llego a Santiago, mañana entraré en Compostela.

En medio de tanta limitación en medio del camino me ha embargado una emoción honda e intensa. Así, Señor, se me en tus manos. Desde el primer momento hasta el último.

Llegamos al albergue, una casona junto a la carretera nacional que une Lugo con Santiago. Solo estamos once personas, tenemos sitio, ducha, descanso. Es un albergue menor, más retirado de las etapas oficiales, de las guías. Volvemos a preferir una cierta tranquilidad y descanso. Para ir a comer tenemos que retroceder un kilómetro por el arcén, parece imposible pero es un suplicio, vamos como borrachos, dando tumbos, sin poder andar normalmente.

En el restaurante, desbordados por la avalancha de quince comensales peregrinos, nos tienen dos horas esperando. Pongo a prueba mi paciencia, y no con excesivos buenos resultados. ¿Qué hay de mi aceptación del a realidad?

Toda la tarde ha ido llegando gente al albergue. Son las ocho y continúa la riada: les dan sitio en el suelo, en los huecos junto a las camas. Cada uno viene con una historia que contar, un problema, una dificultad, una limitación, una esperanza a punto de cuajar.

Fuera a ratos llueve y ratos sale el sol. El camino y la vida.

Me está dando un cierto agobio llegar a Santiago, entrar en la realidad de la multitud, de la ciudad, dejar la peregrinación…Ayúdame a vivir en la realidad y no en la fantasía imaginada.

En muchos momentos, a lo largo del día de hoy, he recordado que este camino lo he hecho por amor a tu nombre. Me han venido en un todo, en un aleph, etapas, nombres, lugares, personas, en una sensación de globalidad y plenitud, sentimientos. En la cama, con los ojos abiertos, llenos de lágrimas, voy repasando la película d e mi propia vida en el camino, poniéndola en tus manos. Gracias, Señor.

Dame un corazón agradecido. Que cante tus alabanzas y te de gracias por todo lo que has hecho germinar en mi corazón a lo largo de éstos días. Por todo lo que me has enseñado imperceptiblemente. Haz tú que este camino de frutos abundantes y duraderos. Para que, enriquecido con tus gracias y virtudes, vuelva a casa lleno de saludable y perenne alegría.

Me admira que me hayas concedido que, en ningún momento, a pesar de las dificultades y limitaciones, haya tenido una tentación real de abandonar el camino. Gracias porque no me he sentido desesperado ni he experimentado miedo, más que de mí mismo. Me he descubierto con más fortaleza física, y psíquica, de la que imaginaba. Don que procede de ti. Don que me has dado con Beltrán, principalmente, y con Marlon, Itziar y Cristina. El don de la comunidad. Gracias, Señor.

Antes de meterme en la cama veo la puesta de sol. La toco cerca, estamos ya en el ocaso. Fin del camino. En tus manos.

Lluvia de Gracia. Rico en misericordia. Callan las palabras

Gonzar-Melide
26ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Comenzamos la marcha con lluvia, casi una hora, ininterrumpidamente, con las capas de caracol. A la incomodidad inicial viene luego la aceptación, un tanto resignada. Porque ¿quién prepara cauces al aguacero y señala camino a la tormenta, para traer la lluvia a tierras despobladas? ¿Puedes levantar tu voz hasta las nubes para que caiga un aguacero sobre ti? ¿Están a tus órdenes los relámpagos y te dicen: “Aquí estamos”?

Vamos a llegar a Santiago, si es tu voluntad, con lluvia o sin lluvia, secos o mojados. En tus manos.

A las entrada de Melide, durante media hora, el diluvio universal. Empapados. Los pies, que hasta entonces se habían mantenido secos, se convierten en lagunas, tras remansar en ellos los ríos de las calles, cauces impetuosos. Llegamos al refugio envueltos en la tormenta, en medio de una ciudad que prosigue la vida, y sus fiestas de San Roque, como si no hubiera lluvia.

En la marcha me has mostrado la importancia de la gratuidad en la peregrinación. Por amor a tu nombre. Nada más. Por amor a tu nombre subir y bajar, ir y venir, pasar y cruzar, caminar y parar, andar y andar, hoy por unos pasajes húmedos y suaves, de una infinita melancolía estática, y estética.

Emoción al entrar en la provincia de La Coruña. Siempre contando: Navarra, La Rioja, Burgos, Palencia, León, Lugo y ahora, por fin, Coruña. España de Este a Oeste. De la salida del sol hasta su ocaso.

Todo húmedo; la ropa sin secar; las tripas revueltas, pero Santiago a dos días. Hemos lavado la ropa a mano, como todos los días, la hemos metido en una secadora, es el primer refugio con secadora, y sigue húmeda. Mañana tendré que caminar con un uniforme distinto, después de tantas jornadas con la misma camiseta, los mismos pantalones –los segundos, pues los primeros se deshilacharon de tanto roce-,los mismos calzoncillos y calcetines, eso sí, lavados todos los días.

Paseo con Beltrán un poco hacia la nada. Entramos en una iglesia y me quedo con la mirada perdida, en ti.

Cada palabra tuya tiene un eco inmenso y desarrolla caudales en mi ser:

Pero Dios, rico en misericordia, por el inmenso amor con que nos amó, nos dio vida juntamente con Cristo (pues habéis sido salvados por pura gracia) cuando estábamos muertos por el pecado, nos resucitó y nos hizo sentar con él en los cielos con Cristo Jesús, a fin de manifestar en los siglos venideros la excelsa riqueza de su gracia mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Habéis sido salvados gratuitamente por la fe; y esto no es cosa vuestra, es un don de Dios; no se debe a las obras, para que nadie se llene de vanidad. Él nos ha hecho, él nos ha creado por medio de Cristo Jesús, para hacer obras buenas tal y como él lo dispuso de antemano.

Con esos ecos, que no apagan cientos de gaitas que toan en la plaza mientras celebramos la eucaristía me embebes: rico en misericordia, inmenso amor, nos resucitó, manifestar la excelsa riqueza de su gracia, salvados gratuitamente, don de Dios.

Todas las palabras callan.

Recréame con tu Palabra. En tus manos, Señor.

Sublime conocimiento. Aceptar la realidad. Me haces vivir tranquilo

Barbadelo-Gonzar
25ªEtapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

María y José no tuvieron sitio en la posada, no encontraron un lugar en el albergue. El Salvador del mundo nació en un establo. No nos debe preocupar dormir esta noche aquí o allá, al raso…Sí es más triste el ambiente de caravana gigante, de turismo barato, de vacaciones esotéricas, en el que parece se ha convertido el camino desde que pasamos Triacastela. También me repito no juzgues y no serás juzgado. En el camino hay sitio para todos, cada uno encuentra en la medida de sus capacidades, y muchas veces tú nos desbordas. Si me desbordas a mí, ¿por qué no vas a hacerlo con mi hermano?

Si tenéis algún consuelo en Cristo, alguna muestra de amor; si estáis unidos en el mismo Espíritu; si tenéis entrañas de misericordia, llenadme de gozo teniendo todos un mismo pensar, un mismo amor, una sola alma y unos mismos sentimientos. No hagáis cosa alguna por espíritu de rivalidad o de vanagloria; sed humildes y tened a los demás por superiores a vosotros, preocupándoos no sólo de vuestras cosas, sino también de las cosas de los demás. Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús…Dame tus mismos sentimientos Señor, dame tu mirada para mirar a los demás con el mismo amor con el que me miras.

Empezamos nuestra marcha nocturna, se repite la luna llena, se repiten los bosques encantados, entre las brumas, seguimos subiendo y bajando colinas, pasando por aldeas diseminadas, atravesando las calles de Santiago que en otras regiones han sido reales o mayores. Aldeas sin nombre, oscura, con olor a estiércol y panocha, con perros que aullan y hacen sonar las cadenas de los esclavos.

Unas señoras gallegas que venían desde Saint Jean Pied de Port comentan que dejan el camino, que no resisten el ambiente que se está creando, que…

Aceptar la realidad. No empujar el río de la vida. Dejar que todo fluya. En tus manos, Señor. No darle valor a lo que no lo tiene. No hay mayor riqueza que ser peregrino por amor de tu nombre, sin que nada me sea debido, sin esperar nada, sin poner otro deseo que en ti:

Todo lo tengo por pérdida ante el sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien he sacrificado todas las cosas, y las tengo por basura con tal de ganar a Cristo y encontrarme en él; no en posesión de mi justicia, la que viene de la ley, sino de la que se obtiene por la fe en Cristo, la justicia de Dios, que se funda en la fe a fin de conocerle a él y la virtud de su resurrección y la participación en sus padecimientos, configurándome con su muerte para alcanzar la resurrección de los muertos. No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús.

Nos encontramos ayer, por Sarria, al catalán con el que bajamos de Roncesvalles hasta Zubiri, y luego de allí a Pamplona. Esta mañana vemos al señor inglés, mudo y callado, al que no veíamos desde Reliegos. Nos ha dado la mano y ha sonreído. Olemos la tumba del santo y esto nos tiene como en una euforia tenue, pero euforia al fin y al cabo.

En la siesta comienza a llover, Galicia nos está recibiendo. ¿Qué hubiera sido el camino con lluvia? ¿Qué con…? No quiero jugar a variar. Todo lo que he recibido es don tuyo.

Parece que n pasa nada estos días. Pasa que el camino se condensa, se centra, que ya uno no piensa, ni reflexiona mucho, ni mira, sino que se hace camino y escucha tu Palabra. Me da la impresión de que todo se simplifica.

Lloviznea, escampa, y vuelve a lloviznear. Como la lluvia mansa, tu palabra empapa mi tierra.

Tarde de silencio y contemplación, repitiendo tu nombre.

Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí.

Para no privarme de nada, las tripas se revuelven y comienzo con descomposición.

Entro en el sueño. En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque tú solo Señor, me haces vivir tranquilo.

Masificados. Amados por Dios. Nuevas tentaciones

Viduedo-Barbadelo
24ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Escribo en los tablones, que me imagino centenarios, de una casa, probablemente fue la casa cural, luego dirán que del sacristán, junto a la iglesia de Barbadelo. El olor a vaca, la paja que fermenta y que está en balas bajo nuestras narices, dentro de la casa, las inevitables golosas, que me comen a estas horas todas las tardes, ayer en sábanas, hoy en el suelo.

Sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que él ha llamado según sus designios. Y a los que desde el principio destinó, también los llamó, a los que llamó los puso en camino de salvación; y a quienes puso en camino de salvación les comunicó su gloria.

¿Qué más podremos decir? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
El que no perdonó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente con él todas las cosas?

¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?

Así es, Señor. Cuánta verdad.

Castaños y robles centenarios, que abrazo con la mirada.

Hemos llegado a Barbadelo, mucho más que una pequeña aldea somñolienta, a la hora de comer. En el albergue solo nos ofrecen el suelo junto a los lavabos. Quedan cinco plazas. Imposible extender las esterillas, pues el pasillo es estrecho. El panorama no podía ser más desolador, aunque lo he aceptado tal y como es, es la realidad, es lo que hay, no quiero hacerme un mundo, ni rumiarlo excesivamente. Lo acepto pero busco también otra solución, ahí está el equilibrio, aceptación de entrada, y manos a la obra.

En un caserón inmenso, junto a la Iglesia de Santiago, románica, con un pórtico lleno de símbolos, en la clave creo que está la resurrección, una familia nos acoge a dieciséis peregrinos. Un cierto misterio gallego, pues no quieren que en el pueblo, tan mínimo, se sepa. Os acogemos no por dinero, sino porque sois peregrinos. Pero lógico es que nos paguéis algo por los gastos y las molestias: aceptamos la voluntad.

La entrada a la casa de piedra; el zaguán oscuro y fresco; el perro, el heno, la escalera de madera que trastablillea, el crujir, la suciedad, los miles de bichos diminutos que corretean por el suelo, como motas de polvo animadas, me trasladan a una realidad de peregrino casi medieval.

Agradecer al matrimonio que nos da techo y cobijo, posibilidad de ducha, y espacio para lavar la ropa en una laja de piedra, en un pilón con tanta suciedad como jabón. Agradecer la mediación de tu don.

Calcula el paisano, por lo bajo, que en estas fechas están pasando unos mil peregrinos diarios. Cada año más. ¿Qué mueve a los romeros a Santiago? Dicen que la señora del bar sirvió ayer más de doscientas comidas. Estamos desbordados, dicen. Todo se anda en decires.

Me temo mucho que la masificación va a ser el pan nuestro de cada día hasta Compostela.

Me brotan nuevas tentaciones: el considerarme superior por se un peregrino que viene desde más lejos; el preocuparme por si mañana dormiremos ¿dónde? pues la masificación todo lo alcanza; el desprecio a otros peregrinos más bullangueros, más turistas, como si ellos no fueran hijos tuyos.

Celebramos la eucaristía, a la que se añaden algunos peregrinos, en la joya del románico gallego escondida en esta aldea. Una vez más en ti encuentro reposo y sosiego. Vienes a mí. Me introduces en tu camino y en tu vida. Gracias, Señor.

La luna por pedestal. Sonetos de amor. La Asunción

Cacabelos-Vega de Varcarce
22ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Adelantamos la madrugada. A las cinco y media estamos caminando. Tememos el calor por el arcén de la carretera nacional, los camiones, las estrechuras de Piedrafita. La marcha es sencilla hasta Villafranca. La luna, llena, se va poniendo acariciando la montaña, y asistimos a un espectáculo insólito, como si fuera escalando por la ladera, reposando en la cumbre y, finalmente, deslizándose por la pendiente hasta la luz de un nuevo día, cuando se oculta. El ir caminando nosotros hacia la luna, permite este efecto óptico: la luna por pedestal de la cima. Montes y cumbres, bendecid al Señor. Sol y luna, bendecida al Señor.

Villafranca es una ciudad agradable, con su sabor medieval que despierta. La Iglesia románica de Santiago, la Puerta del Perdón, donde los peregrinos impedidos conseguían la misma indulgencia que llegando a Santiago. Me repito que Llego a Santiago cada día. Quiero llegar a Santiago, por amor a tu nombre.

Desayunamos en una posada, sencillamente, pero lejos de las austeridades de la primera semana, de Castilla. El cuerpo se va festejando con la cercanía de Galicia, que se intuye, y adquiere una mayor levedad, nuevos bríos y ánimos, a pesar de las ampollas y dolores del camino.

Me asusta el asfalto reconcentrado de calor en las ampollas, cada paso que doy por la carretera. Me habían contado tantas truculencias del paso por el arcén de la nacional seis, y había desbordado mi imaginación varias veces, que no me parece tan tremendo. Encajonados por el valle, coches y peregrinos.

Hago la marcha con tu nombre; con el sol acariciando las frondas y descargando en los descampados; con la paz de quien va caminando y solo se preocupa del ahora, de los pies en el sendero, del ruido del pasar. Con el bien del saberse en armonía con uno mismo, con a naturaleza, por los senderos de la vida. Brotan los versos del poeta sacerdote, que tanto me acompañaron en los atardeceres romanos:

Contigo el sol es luz enamorada
y contigo la paz es paz florida.
Contigo el bien es casa reposada
y contigo la vida es sangre ardida.
Pues si me faltas Tú, no tengo nada:
Ni sol, ni luz, ni paz, ni bien, ni vida.

Mezclo sonetos, sin duda, pero te sigo diciendo, el un murmullo de versos que hacen nido de amor en mi corazón:

Ya de hoy no más me saciaré con nada,
sólo Tú satisfaces con tu todo.
Un espejo seré de tu mirada,
esposados los dos, codo con codo.
Y cuando pongas fin a mi jornada,
yo seré Tú, viviendo de otro modo.

A las doce, hora tan mariana, en este día de la Asunción, entrábamos en el refugio, donde una ducha de agua fría, literal, descansa nuestro cuerpo agotado. Vista a los montes de Ruitelán, con las ruinas del castillo recortadas al sol. Me imagino que uno de esos montes será el legendario Cebreiro. Mañana entraremos en Galicia, terra a minha mae.

Me parece increíble mirar hacia Roncesvalles, seguir las huellas de los sellos en la credencial, y contemplar todo el camino a mis espaldas, mochila de peregrino. Me quedo ensimismado, espero que en ti. Y de nuevo me pongo en tus manos, porque tú estás siendo mi camino. Gracias por el rato que he estado contemplando la montaña. Si escalo al cielo, allí estás tú.

Participo en la segunda eucaristía de la Asunción, hoy del día, ayer de víspera. Muchos peregrinos celebran esta solemnidad que nos habla del destino glorioso de la humanidad, anticipado en María.

Dichoso el vientre que te llevó. Dichosa tú María, porque has creído.

Eres tú, María, la mujer vestida de sol, la luna por pedestal.

Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Viaje a Itaca. Me escuece el ser. Me sondeas y me conoces

Acebo de San Miguel-Cacabelos
21ªEtapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mi lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias.

Como un reloj de precisión, a las cinco y media estamos en pie, a las seis caminando. Los chicos del albergue, que ayer hicieron su primera etapa y se devoraron cuarenta kilómetros, queda atrapados en su desierto y nos dijeron que hoy se levantarían tarde. Una duda que pueda seguir.

Nos metemos en el monte, más matorrales, bajando hacia Molinaseca. El pueblo está en fiestas, y las calles son hoy ríos de agua, que tratan de lavar la cara al espanto nocturno.

En Molinaseca una pintada: no vayas aprisa, peregrino, la meta es el camino.

Desde hace días, creo que desde que todos los días, al llegar, me digo, y proclamo en alto: Ya hemos llegado a Santiago. Aquí y ahora es Santiago

Me brota el eco de la adolescencia, los cantos en catalán que no entendía:

“Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallarás en tu camino si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo. Quesean muchas las mañana de verano en que llegues -¡con qué placer y alegría!- a puertos antes nunca vistos.
Ten siempre a Ítaca en tu pensamiento. Tu llegada allí es tu destino. Más no apresures nunca el viaje…”

Llego a Cacabelos a mediodía, con un calor terrible, con tu nombre en los labios. Atravesar toda la población hasta el albergue, cruzado el río, al final, un final que aparentemente, no llega nunca.

A la sombra de una Iglesia, la Virgen de las Angustias, un albergue de diseño, a estrenar. Camarotes de dos camas, madera, metal, minimalismo total. Vuelve la sensación de estar en un cuarto Debe tener unas ochenta plazas, debemos ser unos ciento cuarenta peregrinos, muchos dormirán al aire libre. Y siguen llegando.

Sigue enseñándome el camino a caminar; a ver cómo camino. Autosuficiencia, avasallamiento, un rosario de hermosuras que Beltrán, en silencio, me dice con solo mirarme, mientras me cura los pies. Me escuece.

A media tarde nos vamos a mojar los pies en el río Cúa. Todas las tardes ando como un pato, me parece increíble que por la mañana pueda caminar sin problemas. En el río todos los pies peregrinos a remojo, agua heladora, quedas nuevo. Parece un cuadro impresionista.

El pueblo está en fiestas, celebrando la Asunción. La eucaristía concelebrada por tres sacerdotes. Me llama la atención que no hay sermón. Me quedo con el Proclama mi alma la grandeza del Señor. Por María y por tantas bellezas y durezas como estamos viendo y padeciendo estos días.

El amigo, en su cuaderno, ha escrito:

El camino de Santiago tiene muchas cosas que nos impulsan a vivir desde el interior. Vivir desde la fe es vivir toda mi vida desde la profundidad que las cosas tienen. El camino de Santiago tiene muchas cosas que nos empujan a vivir desde el interior. Lo importante es hacer de lo que estoy viviendo como peregrino espacio del encuentro con Dios. Tener a Dios como compañero de camino. Muchos peregrinos, al escribir su diario, dejan que lo que han vivido les cale más hondo en su corazón, allí donde Dios tiene puesta su morada.

Señor, tú me sondeas y me conoces, me conoces cuando me siento y me levanto, de lejos penetras mis pensamientos. No ha llegado mi palabra a la boca y ya, Señor, te la sabes toda. Tanto saber me sobrepasa, es sublime y no lo abarco. Señor ponme a prueba y conoce mis sentimientos, mira si mi camino se desvía, guíame por el camino recto.

Todo fluye. Gratuidad. Saciaos de mis frutos

León-Hospital de Órbigo
18ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Las normas del albergue de las carvajalas, en León, no dejan salir a los peregrinos hasta las seis de la mañana. A esa hora los hospitaleros abren la cal y el canto. Han preparado, para los que vamos a empezar a caminar, un desayuno de leche caliente, galletas, y una buena dosis de gratuidad.

Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.

Hay que descubrir que la vida es un don o mejor dicho, una continuidad de dones, muchas veces inesperados, como este desayuno, el primero que nos ofrecen en el camino. La vida está llena de sorpresas, cosas inmerecidas, gratuitas, inesperadas… como este desayuno que, si bien nos ha retrasado el empezar la marcha, nos ha permitido gozar de la generosidad gratuita que al amanecer te ofrece leche caliente y en la canícula una sandía fresca.

Pensábamos llegar a Villandangos del Páramo, a 21 kilómetros de León. Hacer hoy una marcha corta, descansar, como ayer, en el ecuador de nuestro camino, tomar fuerzas para llegar a Santiago…Escribo esto, desecho, en el Puente y el Hospital de Órbigo. Han sido 34 kilómetros de calor: una marcha larga, la mayor desde Roncesvalles. Uno propone, y tú dispones, que dice el dicho.

Dejamos León a través de unos barrios interminables y feos, tras atravesar el centro de la ciudad, y poner la mirada en el hospital de san Marcos. Fue hermoso cruzar su puente para adentrarse, hasta la Virgen del Camino, en un corredor industrial que desazonaba el alma.

Recordaba el santuario de la Virgen, hace casi veinte años, junto a un camino. Guardo en el corazón muchas cosas, sin saberlo, y de pronto me vienen a la memoria. María también guardaba en su corazón las cosas de Jesús, sus asombros por oír lo que decían del niño, su desazón por no haber sido acogida en ninguna posada, la bendición en la que había prorrumpido Isabel al verla, los imposibles haciéndose realidad en su vientre…recordar, volver a pasar por el corazón, como hago al escribir de nuevo un camino escrito hace varios años, como la Virgen guarda el nombre de todos los peregrinos.

Venid a mí y saciaos de mis frutos, ni recuerdo es más dulce que la miel, mi herencia más dulce que los panales.

El camino, pararalelo a la carretera, es ruidoso y feo. En la fealdad vamos buscando algo, y no lo encontramos. Bello es el rostro de la tierra, bello hasta cansar el corazón, Dios mío.

Legamos a Hospital de Orbigo a rastras. Cruzamos el puente: pasa el río: todo fluye. Atravesamos juntos el puente del siglo XII, hermosísimo, tantas pisadas, tantos peregrinos, tanta historia en cada arcada.

Patio de pueblo, agradable, fresco, acogedor de peras y agua, donde encontramos a los que salieron ayer de Sahagún. Nada más llegar y a pesar de ser más de las tres de la tarde, en vez de la hiel del calvario nos ofrecen una jugosísima rodaja de sandía. Gracias.

Así pasamos la siesta del bochorno plomizo, en un cuarto con vigas de madera y olor a viejo. Descansar y reponer fuerzas. Las ampollas, no muy grandes, me hacen polvo, me aguanto. Recuerdo las ampollas del francés de Estella, en Villarcázar, en… Te pido, Señor, que los pies me sigan conduciendo hacia ti y, en la medida de lo posible, hacia Santiago.

Se fue condensando el calor y a media tarde descargó un aguacero, sin parar, el río era agua que caía del cielo. Me refugio en el atrio de la iglesia. Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa, y prefiero los umbrales del señor…Entro a rezar y están en el rosario, mojando avemarías. Bendito el fruto de tu nombre, Jesús, que se hace letanía de viejas, que se transforma en nana de aya, que mecen mi espíritu, que me adormecen en ti, como un niño en brazos de su madre. Celebran tres sacerdotes. El que preside lo hace en voz baja, rápido y distraído. A pesar de todo, estás tu presente, te haces don.

En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces dormir tranquilo.

Gloria. Al alcance de la mano. San Juan de la Cruz peregrina conmigo.

Reliegos-León
17ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias.

Al llegar a León me abraza la certeza de que Santiago está al alcance de la mano. Tiemblo de emoción. Procuro combatir la ansiedad de llegar.

A las cuatro y media… el sueño del peregrino es tan frágil como profundo. Despertar y ponerse a caminar: que yo bien se la fuente que mana y corre, aunque es de noche.

Nos perdemos por el pueblo, tan diminuto. Noche estrellada, bellísima, calurosa; y nosotros en el laberinto de las calles. Queríamos salir pronto y nos enredamos en la propia desorientación, no encontramos la salida, volvemos sobre los mismos pasos. Éramos ocho a opinar, por aquí, por allí, a oscuras…Confusión, babel, una tensión sorda. Todo pasa: siempre hay un final y una apertura.

Rua de árboles en la noche hasta Mansilla de las Mulas. Atravesamos la ciudad de noche. Piedras, iglesias, sombras.

A oscuras y encelada, estando ya mi casa sosegada.

Andaderos, caminos, senderos, arena, piedra, cielo:

En la noche dichosa, en secreto que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.

Pueblos desperezándose: Villamoros de Mansilla, Puente de Villarente, Arcahueja ( la fuente que mana y corre de la plaza, deliciosa), Valdelafuente…¡qué nombres más ricos!¡qué pueblos más pobres!

Las ampollas me han molestado en el camino. A veces apretaba los dientes de rabia y resignación. Sigo cojo y ahora con ampollas. No he parado. Hasta León. Con tu nombre como consuelo y bálsamo.

La entrada en León no es tan pesada como imaginaba, ¡ay imaginación peregrina! Lo primero que vemos fueron las agujas de la catedral, parecía que se pudiesen tocar con las manos. Iglesia siempre visible en una sociedad que la oculta tanto. Iglesia tan invisible, como germen, fecundando el mundo.

Ha sido una marcha corta. A las doce habíamos terminado las liturgias diarias. La ducha de agua de los montes de León, cortada a cuchillo de los neveros estivales. Frescos de agua limpia paseamos hasta la Catedral, la pulcra leonina por calles y callejuelas de ciudad vieja. Sobrecoge, cada vez que se llega, su belleza, su agilidad, su luminosidad de color. Estaba, Señor, transportado por tanta belleza, en el interior de tu casa, dentro de ti. No miraba detalles, los había hermosísimos, sino disfrutaba de la sensación completa de estar en armonía con los corazones que crearon tanta belleza par alabarte.

Veante mis ojos, pues eres lumbre dellos, y solo para ti quiero tenellos.

Estallido de tu gloria en paz. Hermoso rato de oración.

Descubre tu presencia y máteme tu vista y hermosura, mira que la dolencia de amor ya no se cura sino con la presencia y la figura.

Tarde de mayor descanso y oración. De nuevo en la catedral en la capilla de tu eucaristía. Sin palabras, estoy contigo. Estás conmigo.

Allí me dio su pecho, y yo le di de hecho a mí sin dejar cosa.

Eucaristía en el monasterio. El sol se llama Lorenzo, por eso celebramos hoy su fiesta. En todo su esplendor.

A las diez las Carvajalas, monjas benedictinas que nos hospedan en su albergue, invitan a todos los peregrinos a completas. Asistimos todos. Con mucha catequesis y sencillez explican el sentido de la oración, de los salmos. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Día de luz en León . Día de gloria.

La luz seca que nos ha enardecido la mañana y cegado el camino, que no la meta; luz que también ha caído, como estrella fugaz, en la noche abierta al sueño y al peligro.

La sed sedienta. Reconstruir flechas. Un regalo insólito.

Sahagún-Reliegos
16ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Hoy comenzamos el camino una hora antes. A las cinco de la madrugada todas las estrellas en el cielo, toda la oscuridad en la tierra. No hay ángeles que digan: Gloria a Dios en el cielo y paz a los hombres que Dios ama.

Queremos hacer una marcha de casi treinta kilómetros y, siempre amenazante, el calor. Nos hemos puesto al retortero de siete varones atléticos, un pequeña legión romana. Caminan a muy buen ritmo, van bien pertrechados, se les ve preparados, hacen del camino un ejercicio físico. Llevan varias linternas .Cuando salió la luz les dejamos continuar a su ritmo, más veloz. Llegaremos al mismo tiempo a Reliegos.

Salieron de Sahagún, un tanto legionarios, contando chistes. Violaban lo sagrado de la noche espléndida, del silencio ensordecedor. Seguirles nos ha ayudado a continuar el camino, a orientarnos, nos ha dado luz. Y ruido.

En varios cruces nos hemos despistado. En uno he esperado a Beltrán. En otro nos han respondido a las llamadas de auxilio con haces de luz. Principio de etapa en oscuridad, con solidaridad. En un momento dado me he parado a reconstruir una flecha de piedras, pues en otra encrucijada se prestaba a equívocos y la gente se iba por otro lado.

Reconstruir flechas, restaurar direcciones, señalar. Juan el Bautista. Es preciso que él crezca y que yo disminuya. La dinámica es clara.

Teníamos miedo al calor y el calor ha hecho bravo el miedo. Etapa aridísima, de calora apocalíptico Desde Burgo Ranero hasta Reliegos no hay palabras para describir la planicie eterna sin horizontes, tan solo paja y tierra. Mucho más que ayer, un continuum. El camino recto, con árboles raquíticos, penachos de hojas a medio secar. Si no secan, con el paso del tiempo, este sendero será una sombra. Hoy por hoy es un desierto. Con alguien que ha plantado futuro. Y gente que trata de que el presente no lo ahogue. Pasa un camión cisterna, en medio de esta nada, regando cada árbol. Pura poesía.

A partir de las once un infierno de calor. Paramos varias veces para tratar de exprimir la más mínima sombra. Seguir andando, andando, andando. La mente en blanco, blanca de sol y luz. Absorbida por el camino de polvo. En el corazón una atmósfera de oración, con tu nombre que se hace esparto en la boca.

Nunca llegaba el pueblo. Tenía que estar al doblar, y no estaba. Tenía que estar más allá, y no estaba. Al final, como siempre, apareció. Uno se mueve sabiendo que llegará, aunque no sabe cómo, ni cuándo. Siempre está. Como tú.

Llegamos al refugio, asediado por el fuego, y recibimos un bienvenidos y un vaso de agua fresca: dar de beber al sediento, dar posada al peregrino. Cada vez que lo hicisteis con uno de estos pequeños, conmigo lo hicisteis. Puro evangelio, que refresca, en medio de un calor de juicio final.

El pueblo no tiene nada más que calor. El refugio es un horno de calma chicha y condensada. En la tienda compramos para una ensalada, pan y vino para el banquete…

Celebramos en lo alto del pueblo, en la zona de las bodegas, en medio de un algo carcomido por el tiempo. Ofrecemos la eucaristía por la paz en el país vasco: ayer mataron a uno, hoy a otro. Una irracionalidad. Tú nos das tu vida entregada. Para que construyamos la paz.

Un regalo insólito: primeras ampollas. Después de 16 días caminando. Fruto del calor. Cuando uno creía controlar, brotan ascuas en los pies. Pongo mis pies en tus manos. Dame fidelidad al camino, que eres tú.

Santa María del Camino, del Consuelo, del Refugio. Melodías. Ver al Salvador

Calzadilla de la Cueza-Sahagún
15ª Etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mi lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias.

Hoy entraremos en otra provincia: ya hemos pasado por Navarra, Rioja, Burgos y Palencia. Hoy nos abrirá sus fauces calurosas León.

Vuelve hacia atrás la vista, caminante,
verás lo que te queda de camino; desde el oriente de tu cuna, el sino
ilumina tu marcha hacia delante.

Era cierto que en el horizonte se vislumbraba, a media mañana, Sahagún. En vez de torres de iglesias, tan advertidas, se veía un silo enorme de grano. Y mucho sol. De pronto el camino se desvió y nos hizo pasar por la ermita de la Virgen del Puente. Allí, a la sombra dela propia ermita, descansamos. Bajo la protección de Santa María.

María, que acoge con cordialidad a Dios y a los hombres. María, en quien se resume el ansia y la búsqueda de Dios de la humanidad. Como Ella queremos comprometernos plenamente con las exigencias del misterio de nuestra vocación. Como Ella quiero llegar a ser un hombre de fe que consideran todo a la luz de la revelación y descubrir cómo actúa Dios en la historia de los hombres y en los acontecimientos de nuestra vida diaria. Para ello me está ayudando la presencia de María, tan discreta, en este camino. Hoy la traigo hasta aquí.

María del consuelo, del refugio. María, en esta experiencia de auxilio, protectora con su sombra, pues hoy hervía el campo.

Ahora estoy tumbado en la cama. Hemos sido los primeros en llegar a este refugio, magníficamente montado en lo que fue la nave central de la Iglesia de la Trinidad, en las alturas. Son las cuatro de la tarde y sigue llegando gente, que ha hecho una etapa de casi el doble de kilómetros que nosotros. Vienen destrozados por el sol. Algunos caminan peor que los paralíticos que intentan andar. Así cada día: levántate y sígueme. Por ellos te pido, Señor. Por todos los peregrinos, por lo que van buscando, para que de alguna manera te encuentren.

A las seis de la mañana estamos caminando dentro de una noche enorme, llena de estrellas. Sin parar, en una recta infinita, una más, pero algo más ondulada que ayer, vamos atravesando pueblos pobrísimos: Ledigos, Terradillos de Templarios, Moatinos, San Nicolás del Real Camino (tanto nombre para tres casas de adobe y una fuente con sabor a lejía), así hasta llegar a Sahún. Camino bien, rápido. Si me paro y me enfrío, me cuesta mucho arrancar, Como todos los días, voy repitiendo tu nombre con los labios, esperando que descienda hasta el corazón, que me transforme la mirada tanta oración.

A veces me asalta la aridez, pero sigo andando y repitiendo, Señor Jesús. Aquí es fácil hacerlo. Más difícil, sin duda, en las arideces de cada día en el trabajo, en…

Beltrán va cantando cánones de Taizé. La música me alegra el corazón. Para ti es mi música, Señor. Tañe tú mi melodía.

Hago un acto de fe, tan desnudo como todo lo que estoy contemplando estos días. En la nada, todo. Atravesar el vacío en la sencillez. Don tuyo. Dejarme hacer.

Continuar, contemplar, poner voluntad y constancia sabiendo que nada depende de uno, ni el tiempo, sol o fresco; ni el dolor de los pies o de las espaldas; ni la distancia que hay que recorrer. ¿Ponerse pequeñas metas en el gran horizonte?¿Hacer del horizonte una pequeña meta?

Salimos por la tarde y el calor es abrasador. Las calles del pueblo son un horno. Bajamos hasta la residencia San José, donde a las siete y media tiene lugar la eucaristía. Es una residencia de ancianos, de las hijas de la caridad. Cada día, celebrar la eucaristía en una comunidad distinta, en un pueblo distinto, en una circunstancia distinta, me habla de la universalidad de tu Iglesia. Tú siempre el mismo.

Hoy asisten muchos simeones, que desean sin duda decir ahora señor puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu salvador. Cuánta mirada de fe. Cuántos ancianos que te ven como salvación, con su fe sencilla, con su vida entregada y aparentemente oculta. Cuánta comunión delos santos, cuánto caudal de Gracia. Te pido por ellos, para que en su ancianidad vivan abandonados en tu misericordia y en la ternura de tu amor.

El crepúsculo es bellísimo. El sol, rojizo, enorme. Hacía él vamos. El sol, el que guía nuestros pasos por el camino de la paz.

Línea recta. Una encrucijada. El negociante de estrellas.

Villárcazar de Sirga-Calzadilla de la Cueza
14ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias.

Hacia Itero de la Vega, antes de ayer, fue una línea horizontal. Hoy es vertical, y rasga el cuaderno de arriba abajo. De Villarcazar de Sirga a Calzadilla de la Cueza una recta. Nada más. Y una sola encina.

El paseo se hace eterno. Sólo el conocimiento de que es un tramo de camino original anima a seguir…Por ponerse metas es bueno fijarse en el horizonte. Es el juego de las ilusiones. Llenar de futuro un paisaje que parece haberlo perdido.

La guía, como siempre, es precisa, muy descriptiva. Pero le falta, es una guía, no un abecedario ni un itinerario espiritual, una mirada de fe, un ir un poco más allá de lo que se ve, de lo que se intuye, de lo que se desconoce. Es una línea recta, que une dos puntos por el trayecto más corto. Línea sencilla, sin dobleces, clara.

En mi cuaderno, línea vertical. Unir lo humano con lo divino. La horizontal y la vertical se juntan en la cruz: la cruz del camino, la propia cruz de cada día, la encrucijada. La encrucijada de la cruz es tu corazón abierto, dándose. Solo el conocimiento de que tú eres el camino, de que el camino conduce hacia ti, invita a seguir.

Líneas rectas. Es evidente que seguimos en la Castilla del autor de “el camino”, por cuya tierra, más al sur, capital castellana, no pasa el de Santiago.

Hasta llegar a Carrión de los Condes, y un poco más, he cojeado con mucho dolor. Me da miedo el estar forzando excesivamente, el no llegar. ¿A dónde? Tu me llegas cada día. ¿Por qué no aprendo de una vez por todas el ritmo de lo cotidiano, lo lento, lo callado? ¿Por qué no respeto el ritmo que tú me marcas?

Siempre haciendo los cálculos de que dejan perplejo al principito cuando se encuentra al negociante de estrellas. “Yo poseo las estrellas porque jamás, nadie antes que yo, soñó con poseerlas. ¿Y qué haces tú con las estrellas? Las administro, las cuento y las recuento”

Hoy calculo que estamos atravesando el ecuador del camino. Un cálculo. ¿Qué quiere decir? Contar kilómetros es como contar estrellas. No sirve para nada si no hay dentro una poesía susurrando que no sirve para nada contar sino admirar.

En cualquier caso, gracias, Señor, porque me has traído hasta aquí, porque vas a mi vera; gracias por hacerme, y hacerme peregrino. Gracias por hacerte tú caminante por nuestra tierra. En tus manos estoy, entre el cielo y la tierra, en silencio y soledad, en compañía. Gracias, Señor, por esta peregrinación, en la que tu nombre me acompaña. Por amor a tu nombre.

Desde Carrión a Calzadilla una línea recta, desnuda, despojada, un horizonte que no avanza. Nosotros sí avanzamos. Un solo campo que lo envuelve y lo invade todo. Los pasos, el camino, el polvo, un no parar de andar sabiendo que siempre se acaba llegando.

El albergue, en medio de esta nada, son los jardines del generalife. Después de la recta interminable, jaima de oasis. Un edificio alargado, sencillo, con literas, sin apenas espacio: 50 camas, un barracón Una bendición, tu pan de cada día, para quien no tiene nada y es recibido siempre. Amabilidad del hospitalero.

Celebro la eucaristía en el patio del albergue, en un lugar que, de astroso, podría ser perfectamente el pesebre de Belén. Y me quedo embobado, contemplando tu gloria. Es actualizar, en la encrucijada, el misterio de la encarnación y de la eucaristía. La creación y la pasión. El nacimiento y la muerte. Todo unido, unificado en ti.

Realmente es un don tuyo poder celebrar la eucaristía en estas condiciones, y luego estar un rato hablando de la importancia de vivir la fe en comunidad, de llevar la fe a la vida y la vida a la fe.

Estuve mirando al infinito castellano, repitiendo Señor Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí, que soy un pecador. Me respondía con una paz infinita y un silencio sobrecogedor.

En tus manos.