¿No estás cansado de vivir de mentiras? ¿Te sientes esclavo, atrapado, engañado? Ven, Él te dice: Ven a mí


El peso del pecado, el aguijón de la culpa, el cansancio de vivir de espaldas a mi verdad, la tristeza de no ser capaz de acoger al que me ama sin condiciones… yo también lo he sentido. Pero como la adúltera también he sentido su mano protectora y mi corazón queriendo corresponder a su amor, deseando para siempre estar libre de pecado.
Como el ciego chillé al borde del camino cuando le oí llegar: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Y volví a ver como nunca antes. Ahora soy testigo de su luz y vivo para contarte que a ti también te quiere devolver la vista, te quiere regalar su amor.

Junto a la cruz de redención Jesús nos dio a su madre, la que le engendró en carne humana ahora nos engendra a nosotros a la nueva vida en el Espíritu. Ella es mi madre, es mi pilar, ella es tu madre, tu pilar.

¿De verdad crees que el poder de Dios es el de curar enfermos y dar vida a los muertos? Todo eso es cierto, pero no es más que el signo de su verdadero poder, el de perdonar tus pecados y aniquilar para siempre el mal, el poder de hacerte libre y abrirte las puertas a una vida eterna. Es el poder de hacernos sus hijos, hijos de Dios.

Él no deja de decirte: Ven a mí. Tan sólo hace falta tu Sí.

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