Jesús enseña un grado nuevo del amor, el amor a los enemigos. Un precepto coherente con la imagen de un Dios que es amor. […] En Jesús, el amor a los enemigos, se manifiesta como una disposición permanente a la reconciliación. […] El amor a los enemigos no supone renunciar a la justicia, la puerta siempre está abierta, pero para pasar por ella es necesaria la penitencia, el arrepentimiento, el justo resarcimiento de las víctimas, la conversión del corazón.
Extraído de: El incomprensible precepto del amor a los enemigos y la locura de creer en un Dios que es Trinidad (Daniel Pajuelo, sm)