El más rico del mundo

Me propongo demandar a la revista «Fortune», pues me hizo víctima de una omisión inexplicable. Resulta que publicó la lista de los hombres más ricos del planeta, y en esta lista no aparezco yo.

Y yo soy un hombre rico, inmensamente rico. Y si no, vean ustedes: tengo vida, que recibí­ no sé por qué, y salud, que conservo no sé cómo. Tengo una familia, esposa adorable que al entregarme su vida me dio lo mejor de la mí­a; hijos maravillosos de quienes no he recibido sino felicidad; nietos con los cuales ejerzo una nueva y gozosa paternidad. Tengo hermanos que son como mis amigos, y amigos que son como mis hermanos. Tengo gente que me ama con sinceridad a pesar de mis defectos, y a la que yo amo con sinceridad a pesar de mis defectos. Tengo cuatro lectores a los que cada dí­a les doy gracias porque leen bien lo que yo escribo mal. Tengo una casa, y en ella muchos libros (mi esposa diría que tengo muchos libros, y entre ellos una casa). Poseo un pedacito del mundo en la forma de un huerto que cada año me da manzanas que habrá­n acortado aún más la presencia de Adán y Eva en el Paraí­so. Tengo un perro que no se va a dormir hasta que llego, y que me recibe como si fuera yo el dueño de los cielos y la tierra.

Tengo ojos que ven y oí­dos que oyen; pies que caminan y manos que acarician; cerebro que piensa cosas que a otros se les habí­an ocurrido ya, pero que a mí­ no se me habí­an ocurrido nunca. Soy dueño de la común herencia de los hombres: alegrí­as para disfrutarlas y penas para hermanarme a los que sufren. Y tengo fe en Dios que guarda para mí­ infinito amor. ¿Puede haber mayores riquezas que las mí­as? ¿Por qué, entonces, no me puso la revista «Fortune» en la lista de los hombres más ricos del planeta? ¿Y a ti, cómo te consideras? ¿Rico o pobre?» Armando Fuentes Aguirre, «Catán»

Feliz tú, llena de gracia

¿Dios nace en ti?
Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre
Zacarías, María, José y los pastores recibieron el anuncio de la Buena Noticia como un reto, una llamada, un sacrificio, una entrega. El nacimiento del salvador, el redentor, el que vino a amarnos, y no pudieron hacer otra cosa que alegrarse
Feliz tú también