La persona humana podría compararse a una ciudadela protegida por murallas, en cuyo centro se encuentra un castillo que representa lo más interior y esencial del ser, rodeando al castillo se encuentra la plaza del mercado, lugar de interacción con el exterior, y tras las murallas lo enemigos que lanzas sus flechas hacia la zona interior.
Esas flechas son las sugestiones al mal, las tentaciones. El pensamiento de hacer el mal es ajeno a la persona humana, pero si esta lo acoge como suyo desde el consentimiento libre entonces se engendra el mal, o pecado en la tradición cristiana. Para combatirlo debemos analizar y conocer las fases de este proceso:
1. Sugestión
2. Coloquio
3. Combate
4. Consentimiento
5. Pasión
En este vídeo os explico cada una de estas fases y podremos desarrollar así una mayor finura espiritual para rechazar estas sugestiones al mal.
Una amiga me ha recomendado la siguiente entrevista para compartirla en Nova Bella.
Se trata de una ponencia de José Antonio Pagola en la VII Asamblea de predicación organizada por los Dominicos el pasado 2 de junio.
El tema y el desarrollo no me viene de nuevo, pero siempre me gusta recordarlo y que se oiga, porque a veces me da la sensación de que sí es nuevo para mucha gente.
Se trata de si Dios desea el sufrimiento del hombre.
La asamblea comienza sentando las bases del problema del mal, con la ponencia del fraile dominico Martín Gelabert, de quien he recibido clases, precisamente sobre estos temas entre otros, en la facultad de teología de los Dominicos durante este curso y el curso pasado y puedo decir que me gusta especialmente su forma de enfocar todos estos temas.
Sabéis que se dijo también: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No recurráis a la violencia contra el que os haga daño. Al contrario, si alguno te abofetea en una mejilla, preséntale también la otra. (Mateo 5, 38-39)
Nunca me han gustado las interpretaciones fáciles que se hacen de este precepto de Jesús: ‘poner la otra mejilla’. La más recurrida, sobre todo por no creyentes, es la de que ante la ofensa los cristianos tenemos obligación de callar y soportar, nada que ver con la sed de justicia de los Bienaventurados.
Cristo no puede llamarnos a la simple pasividad ante el mal, tampoco hacia el mal que va dirigido contra nosotros mismos. Esta es una enseñanza de Jesús sobre el combate contra el mal. Nuestra tendencia es responder al mal con más mal, creemos que hacemos justicia cuando aplicamos la ley del Talión, el ‘ojo por ojo’, y Jesús con estas palabras está corrigiéndonos. Nuestra instintiva forma de justicia sólo engendra más violencia.
Entonces, ¿Cómo interpretar el sentido de este precepto? Creo que lo mejor es contemplar al propio Jesús en la pasión cuando le abofetean:
Él reacciona ante tal injusticia diciendo: «Si he hablado mal, dime en qué. Y si no, ¿Por qué me golpeas?». Jesús no traga con todo y se cruza de brazos ante la injusticia, está dispuesto a desenmascarar el mal aunque hacerlo lo lleve a sufrir aún más. Cuando él nos dice que pongamos la otra mejilla, nos exhorta a que no ahorremos sufrimiento cuando se trata de desenmascarar la mentira y de defender la verdad. Una fe que asume riesgos es la fe cristiana, esta fe mueve al combate contra el mal, las injusticias sociales, la pobreza deshumanizadora, la corrupción política, la deshonestidad, la difamación…
A muchos les sigue interesando que los cristianos creamos que estamos llamados a ser corderitos mansos que dan gracias por ser llevados al matadero. Y sí, Jesús fue cordero llevado al matadero, pero su forma de afrontar el sufrimiento no fue pasiva sino redentora. Con la resurrección Cristo nos mostró como la última palabra es de Dios, Él combate a nuestro lado, nuestros sufrimientos no son en balde.
Cuando escuches de los labios de aquellos que te procuran mal que como cristiano «debes poner la otra mejilla» recuerda a Cristo que no se ahorró ningún sufrimiento para salvarte, y que el mal ha de ser combatido sin miedo, sin callarse. Él estará a tu lado.
Si eres paciente en un momento de ira, escaparás a cien días de tristeza. Proverbio persa
La ira nos seduce bajo la forma de solución rápida, de salida fácil. Es una afirmación de sí violenta, con la que pretendemos someter del otro. Pero la verdad es que es la semilla que hará crecer muchos otros males. Lamentablemente esto es algo que aprendemos con mucho dolor.
Dios no nos hace el mal; ello iría contra la esencia de Dios, que no quiere el mal. Pero la consecuencia interior del pecado es que sentiré un día las consecuencias inherentes al mal mismo. No es Dios quien nos impone algún mal para curarnos, pero Dios me deja, por así decirlo, a la lógica de mi acción y, dejado a esta lógica de mi acción, soy ya castigado por la esencia de mi mal. En mi mal está implicado también el castigo mismo; no viene del corazón, viene de la lógica de mi acción, y así puedo entender que he estado en oposición con mi verdad, y estando en oposición con mi verdad estoy en oposición con Dios, y debo ver que la oposición con Dios es siempre autodestructiva, no porque Dios me destruya, sino porque el pecado destruye.
extracto de una entrevista al cardenal Ratzinger tras los atentados del 11S