(Joseph Ratzinger)
Etiqueta: pasión
No pongas la otra mejilla como le gustaría al mundo que la pusieras, sino como lo hizo Jesús
Sabéis que se dijo también: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No recurráis a la violencia contra el que os haga daño. Al contrario, si alguno te abofetea en una mejilla, preséntale también la otra. (Mateo 5, 38-39)
Nunca me han gustado las interpretaciones fáciles que se hacen de este precepto de Jesús: ‘poner la otra mejilla’. La más recurrida, sobre todo por no creyentes, es la de que ante la ofensa los cristianos tenemos obligación de callar y soportar, nada que ver con la sed de justicia de los Bienaventurados.
Cristo no puede llamarnos a la simple pasividad ante el mal, tampoco hacia el mal que va dirigido contra nosotros mismos. Esta es una enseñanza de Jesús sobre el combate contra el mal. Nuestra tendencia es responder al mal con más mal, creemos que hacemos justicia cuando aplicamos la ley del Talión, el ‘ojo por ojo’, y Jesús con estas palabras está corrigiéndonos. Nuestra instintiva forma de justicia sólo engendra más violencia.
Entonces, ¿Cómo interpretar el sentido de este precepto? Creo que lo mejor es contemplar al propio Jesús en la pasión cuando le abofetean:
Él reacciona ante tal injusticia diciendo: «Si he hablado mal, dime en qué. Y si no, ¿Por qué me golpeas?». Jesús no traga con todo y se cruza de brazos ante la injusticia, está dispuesto a desenmascarar el mal aunque hacerlo lo lleve a sufrir aún más. Cuando él nos dice que pongamos la otra mejilla, nos exhorta a que no ahorremos sufrimiento cuando se trata de desenmascarar la mentira y de defender la verdad. Una fe que asume riesgos es la fe cristiana, esta fe mueve al combate contra el mal, las injusticias sociales, la pobreza deshumanizadora, la corrupción política, la deshonestidad, la difamación…
A muchos les sigue interesando que los cristianos creamos que estamos llamados a ser corderitos mansos que dan gracias por ser llevados al matadero. Y sí, Jesús fue cordero llevado al matadero, pero su forma de afrontar el sufrimiento no fue pasiva sino redentora. Con la resurrección Cristo nos mostró como la última palabra es de Dios, Él combate a nuestro lado, nuestros sufrimientos no son en balde.

Cuando escuches de los labios de aquellos que te procuran mal que como cristiano «debes poner la otra mejilla» recuerda a Cristo que no se ahorró ningún sufrimiento para salvarte, y que el mal ha de ser combatido sin miedo, sin callarse. Él estará a tu lado.
Jesús, el consagrado, la fuente que inspira nuestra entrega
Isaías 53
El antiguo testamento anunciaba con impresionante claridad el camino que Dios iba a utilizar para salvarnos. Quien ha conocido la Pasión del Señor entiende todo el significado que se revela en esta parte de las Sagradas Escrituras.
En este pasaje, el siervo de Dios es un «objeto de desprecio», que atrae como un imán toda la malicia de los demás para transformarla en sufrimiento. Pero he aquí que este hombre aparentemente rechazado es de hecho el enviado de Dios, alguien que realiza en la tierra el designio divino de salvación. Si «el Señor no impidió que el sufrimiento lo triturara», es para exaltarlo a la vista de todos, para que todos vean en él la imagen de lo que Dios es: el que reconcilia consigo a quienes lo rechazan cargando con las consecuencias de sus infidelidades.
Cristo casto, entregado en alma y cuerpo,
Cristo obediente hasta dar la vida, hasta la muerte, y una muerte de cruz.
«Tú Señor eres la fuente e inspiración de todos los que nos hemos consagrado a ti»