Detente, admira y confía

Hoy es domingo. Dos nuevos atentados en Nigeria contra los cristianos dejan decenas de muertos. Esto ocurre sólo 10 días después de que alertaran al mundo sobre el mayor genocidio cristiano que en nuestros días se está acometiendo. En otros muchos países continua la persecución, sangrienta o no, contra los cristianos.
Parece inevitable el destino de los discípulos: compartir el camino de su Maestro.



En estos tiempos hay muchos que hablan de la paz, pero a las burlas contra los católicos les restan importancia. Predican talante y hablan de convivencia pero son los primeros en insultar nuestras creencias ya sea en periódicos, en la calle, en la televisión o en las redes sociales. Exigen tolerancia pero son falsos porque nos tiran piedras y cubren de escupitajos.

Con todo Jesús te dice que «No tiemble vuestro corazón, ni se acobarde» (Jn 14, 27). Su manos y pies taladrados por los clavos te invitan a no huir, a ser pan partido que de los demás llene la vida, a no mirar sólo por ti, pues Él ya te cuida, y si a su Palabra te confías ganarás la vida.

Detente, Admira y Confía en Áquel que ha dado la vida por ti.


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Santiago Agrelo, obispo de Tánger. Pederastia y persecución

Carta del Obispo de Tánger sobre los ataques del laicismo a la Iglesia, que la acusa de pederastia:

“En medio” colocaron a la adúltera sus acusadores. “En medio” se quedó la mujer cuando los acusadores, uno a uno, se escabulleron, dejándola sola con Jesús. “En medio” pusieron a la mujer, pero a quien pretendían comprometer y acusar, a quien de verdad querían poner en medio, era a Jesús (Cfr. Jn 8,1-11).

Hoy, letrados y fariseos han colocado “en medio” al monstruo, al clérigo sorprendido en flagrante delito de pederastia, y no lo han llevado al tribunal competente para juzgarlo conforme a justicia, sino que se lo han llevado a su madre, a la Iglesia, lo han tirado como basura a sus pies, para ponerla “en medio” a ella, para avergonzarla a ella, para comprometerla y condenarla a ella.

Letrados y fariseos, gente estéril, senos que nunca han conocido la vida ni la ternura, pretenden que una madre condene a su hijo: si no lo condena, no es justa; si lo condena, no es madre.

Letrados y fariseos, arrogantes, soberbios e hipócritas, insisten en preguntar a la madre: “Tú, ¿qué dices?” Preguntan como si ellos fuesen inocentes del crimen que fingen perseguir. Y se lo pregunta a ella, a la Iglesia que, como supo y como pudo, ha intentado siempre educar en el amor y en la virtud a sus hijos. Se lo preguntan a la madre los mismos que han destruido a su hijo: los profetas de la revolución sexual, los que instigan a los niños a masturbarse, los mercaderes de pornografía, los expertos del turismo sexual, los que consideran la prostitución un trabajo y la castidad una aberración.

Hoy la Iglesia, como ayer Jesús, encara a los acusadores con la realidad de sus propias vidas: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”.

Hoy como ayer, la Iglesia como Jesús, habrá de inclinarse para cargar con el peso de sus hijos, con la culpa de sus hijos, con la muerte de sus hijos. Cuando se incorpore, allí, “en medio”, estarán solos ella y sus hijos, con un dolor sin palabras y un amor sin medida.

+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger

Via Arsuaga Blog