Como viene siendo tradicional, coincidiendo con la Solemnidad de los santos Pedro y Pablo, se celebra el Día del Papa. Una ocasión más para mostrar la fidelidad creativa al sucesor de Pedro. En las circunstancias actuales, la celebración de este día reviste un particular significado de apoyo a Benedicto XVI, pues pone de relieve la importancia del ministerio petrino en favor de la renovación y de la unidad de la Iglesia.
La comunión eclesial tiene en esta figura un importante punto de referencia. Otros asuntos más propios de la actividad política y organizativa de la Iglesia pueden oscurecer el auténtico y genuino sentido del servicio del sucesor de Pedro.
Benedicto XVI viene mostrando a lo largo de su pontificado una importante labor de renovación como base para cualquier tarea evangelizadora. Las iniciativas que en este sentido el Papa ha puesto en marcha tienen como punto de llegada fortalecer la comunión, de ahí sus esfuerzos en el campo no solo ecuménico, sino también de unidad dentro de la misma Iglesia.
Esta fidelidad creativa al sucesor de Pedro no está exenta de pluralidad. En el diálogo se encuentra la verdad. El viejo profesor Ratzinger cree en el diálogo, aunque en muchas ocasiones se le quiera sustraer a ese dinamismo dialogante por parte de quienes, más papistas que el Papa, llevan el agua a su propio molino y olvidan el genuino sentido de la comunión.
Editorial revista Vida Nueva, nº2.807
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¿En nombre de qué decir hoy que el estado no es Dios, ni la raza, ni el dinero, ni el sexo?
Hablando sobre la Trinidad Bezançon reflexiona sobre el valor y la importancia de creer en un solo Dios y se pregunta ¿Creen de veras los cristianos en un solo Dios?
Lo que en el monoteísmo hay de subversivo y liberador no está tanto en lo que dice de Dios, de un Dios tan imposible de captar, sino en lo que niega de los falsos absolutos. ¿En nombre de qué decir hoy que el estado no es Dios, ni la raza, ni el dinero, ni el sexo? Solo puede decirse esto en nombre del rechazo de la divinización de todo lo que es relativo. Decir que solo Dios es Dios, aun cuando en definitiva no se sepa nada de Dios, es decir que el hombre es libre de toda opresión. Se comprende que muchos totalitarismos se hayan preocupado por ello, apelando a dos tácticas posibles: la persecución (como en el nazismo y el imperio romano) o la confiscación de la idea de Dios en una religión o estado.
Por tanto, tenemos derecho a soñar que algún día, más pronto o más tarde, todos los creyentes monoteístas, judíos, cristianos y musulmanes, encontrarán la ocasión de hablar con una sola voz, a propósito de las grandes cuestiones que agitan a nuestra sociedad, para denunciar los ídolos, los falsos absolutos. Cuando están en juego el respeto a la vida y a la dignidad humana, la acogida del extranjero o el rechazo de la tortura, sería importante que recordaran y dijeran todos juntos que nada, ni estado, ni la nación, ni la raza, ni el progreso, ni la lucha de clases, ni la seguridad, pueden erigirse en absolutos. Si se tiene además cuidado de que las religiones mismas no se constituyan en absolutas y en jueces universales, como han hecho tantas veces, podría darse aquí una misión de vigilancia profética: siguiendo a los grandes profetas de la Biblia, denunciar vigorosamente los ídolos que el hombre se fabrica constantemente para dominar mejor a sus semejantes.
Fragmento del libro «Dios no es un ser solitario. La Trinidad en la vida de los cristianos». De Jean-Nöel Bezançon