En términos muy concretos: es la iglesia la que no obstante todas las debilidades humanas existentes en ella nos da a Jesucristo; solamente por medio de ella puedo yo recibirlo como una realidad viva y poderosa, que me interpela aquí y ahora.
Henri De Lubac ha expresado de este modo esta verdad: «Incluso los que la desprecian (iglesia), si todavía admiten a Jesús, ¿saben de quién lo reciben? … Jesús está vivo para nosotros. Pero ¿en medio de qué arenas movedizas se habría perdido, no ya su memoria y su nombre, sino su influencia viva, la acción de su evangelio y la fe en su persona divina, sin la continuidad visible de su iglesia?… Sin la iglesia, Cristo se evapora, se desmenuza, se anula. ¿Y qué sería la humanidad privada de Cristo?».
Ratzinger J. – ¿Por qué permanezco en la Iglesia?