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Etiqueta: sacerdocio
La misa es monótona… ¡Menos mal!
Reflexión de José María Salaverri, sm
He escrito monótona, no aburrida. Las olas que sin cesar van rompiendo en la orilla son monótonas, pero ¡qué incansable belleza! Los ‘Te quiero’ que se dicen los que se aman de verdad, son monótonos, pero ¡qué inefable amor expresan!
Las tormentas ‘perfectas’ y los amores explosivos son espectaculares, pero se desinflan pronto, y tienden a dejar escombros. La monotonía de las olas, de los ‘te quiero’ y de la misa son belleza, amor… paz para el corazón.
Sí, menos mal que nuestra misa es monótona… aunque sólo hasta cierto punto. Las olas nunca se repiten del todo, cada ‘te quiero’ parece distinto y cada eucaristía tiene la necesaria variedad para recalcar lo esencial.
Recuerdo que recorriendo algunas ciudades de los Estados Unidos, me llamaba la atención los anuncios en la portada de las diversas iglesias cristianas no católicas que no tienen eucaristía. Les queda sólo la Palabra -que ya es mucho-, pero les falta la Presencia real. Para suplirla proponían ‘programas’ atractivos para el domingo: un predicador famoso, un tema polémico, un coro… Sonaba a marketing sagrado ¡a ver si viene gente! Para nosotros, católicos, el gran atractivo es ÉL, verdaderamente presente en la eucaristía.
A misa no vamos para escuchar a alguien, sino a encontrarnos con Alguien. Con nuestro Amor. Con ese Alguien que decidió quedarse misteriosamente con nosotros escondido bajo unas humildes apariencias. Alguien que se ha quedado para acompañarnos en el camino de la vida, bajando a nuestro corazón.
El Concilio Vaticano II pidió a todo cristiano “una participación plena, consciente y activa” en la eucaristía. El peligro es interpretarlo como ‘movida’. Veamos un poco:
Ante todo el sacerdote con su sacerdocio ministerial. No es el representante de la comunidad, es un ‘icono’ de Cristo. Por eso el sacerdote se ‘reviste’. No se disfraza para hacer el papel de Cristo. No es un showman que va a animar el espectáculo. ‘Revestirse’ es algo más que ponerse alba, estola y casulla. Se ‘reviste’ de Cristo para celebrar ‘in persona Christi’, como se nos enseñó en el seminario. Es decir para ‘desaparecer’en cierto modo como ‘tal’ persona, y poder transparentar al Señor. Nada fácil. Exige sobriedad, evitar palabrería, unción, sencillez. Y poner preparación y entusiasmo en la homilía.
Luego los cristianos con su sacerdocio común. ¿Cómo participar ‘activamente’? Hay una participación más ‘directa’: lecturas, ofrendas, oración de los fieles, tocar, cantar, pasar la bandeja, dejar limosna, ser acólito… Todo eso es necesario y exteriormente activo. Pero lo más importante es la consciente actividad interior. Preparar el corazón: voy al encuentro de un Amigo, en comunión con otros muchos amigos de mi Amigo. Llego a tiempo para serenar mi alma. Atiendo a las lecturas. Canto con toda mi alma. Procuro identificarme con los gestos del sacerdote.
¡Hay detalles tan significativos! Me identifico con la gotita de agua que se pierde en el vino de Cristo. Pongo mi vida en el cáliz y la patena al ofrecerse los dones. Contemplo la oculta presencia del Señor en la forma y el cáliz recién consagrados. Me uno a los diferentes ‘recuerdos’: la Iglesia universal, los difuntos, el ‘nosotros’ de la comunidad presente. El ‘Padre nuestro’ siempre nuevo. La paz dada con sobriedad y cariño. La mirada de fe a la forma que se me ofrece al comulgar: ‘El cuerpo de Cristo’ ¡nada menos!. Hago silencio para acoger al Señor. Salgo dispuesto a vivir mi fe y a ‘misionar’….
¡Tanta cosa ofrecida a mi ‘actividad’! Todo esto se va ‘descubriendo’ poco a poco… según va uno descubriendo cuánto me ama el Señor. No hay lugar para el aburrimiento. ¿Monotonía? Santa, feliz y activa monotonía. De un amor que no es simple sentimiento, sino admiración, alabanza, agradecimiento. Todo eso exige buena voluntad y una humilde petición: ¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe y sobre todo mi amor!
JMS (15/03/2010)
De racista violento a sacerdote
Este testimonio no os dejará indiferentes.
De ultra y violento… a pacífico y sacerdote
Una chica, de la que estuvo enamorado, tuvo mucho que ver en su cambio de vida
05/03/2009 | Gonzalo Altozano
Sus antiguos camaradas saben perfectamente dónde encontrarlo. O sea, que no es por miedo que desea permanecer en el anonimato (¿miedo, él? ¡De qué!). Es porque hay varias productoras interesadas en llevar su vida a la pantalla y él lo único que quiere es dedicarse enteramente a su vocación. Entendemos el interés de los guionistas; pocas veces se encuentran historias así: una adolescencia de odios y violencias, el amor de una chica que le devuelve a la fe, un encuentro personal con Cristo…
Nunca fue delegado de clase, pero tenía madera de jefe. Quizás porque pegó el estirón muy pronto, quizás porque, año tras año, ocupaba, castigado, los primeros bancos de clase. Fuera lo que fuese, algo en él hacía que los demás lo tuvieran en cuenta. No sólo los de su curso, también los mayores. Y, entre éstos, los de peor reputación, los que salían los fines de semana a pegarse. No para ser los duros de la discoteca, sino movidos por un afán superior: España. Estaban llamados a salvar a la patria. O eso decían ellos. Esta historia arranca en Madrid con la década de los noventa.
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