Cada día Cristo me llama. Cada día me impide detenerme: su palabra y su ejemplo me arrancan de la tendencia instintiva que me retendría pegado a mí mismo, a mis costumbres, a mi egoísmo. Yo le pido que tenga conmigo la misericordia de no dejarme metido en mí mismo, sentado en mi tranquilidad egoísta. Y experimento la verdad de lo que dice Ibn Arabí: ‘Aquel cuya enfermedad se llama Jesús ya no puede curar(se)’
visto en el blog de José María Salaverri, sm
Del álbum Roma 2010-2011 |