El laicismo nos ha inculcado la idea de que testimoniar abiertamente nuestra fe es una agresión para los que no creen. De esta manera acorralan cada vez más la fe, relegándola a lo íntimo y privado. Este siglo está lleno de cristianos de boca cerrada.
Pero una lámpara no se enciende para ser puesta debajo de la cama, si no para estar en alto y dar luz. Si Cristo encendió tu luz ¿por qué la escondes?
Hoy puede ser un buen día para defender la fe, para hablar de ella a alguien que necesite luz, rezar por quiénes nos odian, portar un signo que la manifieste, invitar a otros a superar prejuicios… Feliz Año de la Fe