Educación y perdón en la Tierra Vasca

Esta noticia hoy, en El País,  recoge el testimonio de alumnos que han escuchado testimonios de víctimas de ETA:

“Nunca ninguno de nosotros había estado tan cerca de una persona que hubiera vivido en su propia carne la violencia de ETA. Queremos que sepas que te admiramos por tu gran valentía. Nos enseñaste que nada puede justificar usar la violencia”. “Gracias por venir. Aprendimos que con el ‘ojo por ojo’ todo el mundo se queda ciego”. “Gracias a vosotros pudimos ver la realidad de la vida, que no sirve de nada devolverle a alguien el mal que te ha hecho a ti; solo que te convertirías en esa persona. Demostrasteis el valor que tuvisteis al tirar para adelante, confiando en que la justicia hiciese su trabajo. De repente echamos la vista atrás y pudimos arrepentirnos de pasadas ocasiones en las que no supimos controlarnos. Queremos daros las gracias por abrirnos los ojos”.

Una vez más la educación se convierte en un vehículo de humanización. Sobretodo cuando rehuye la ideologización.

La eduación que abre los ojos y enseña a ver. Lo que en tantas ocasiones se quiere ocultar, o manipular.

 

Paz y perdón en nuestra tierra vasca

Escribe una amiga sobre la paz y el perdón a los enemigos, comentando el versículo del Sermón del Monte,

Mt 5, 43-48 Amad a vuestros enemigos…

en el contexto del País Vasco:

Me ha emocionado hoy esta rumia. La frase final: «Llegue tu palabra a mi corazón y anide en mi voluntad, incubada por tu Gracia, que nunca me abandona. Porque sin Ti, ¿de qué seré capaz» hace preguntarme: Y Contigo ¿de qué no seré capaz?

Precisamente tuve ayer una profunda conversación en relación al perdón y a la reconciliación en nuestra tierra vasca, y yo defendía esta postura de que desde Él lo que tenía que llegar era el perdón, y me discutían que eso es muy difícil. Hoy llega tu rumia…

Una amiga a la que mataron a su padre, con la que hago la oración a diario, me decía ayer que rezaba por el asesino, pero que en el fondo no perdonaba…. Y hoy, después de orar con la rumia, le he preguntado:: Si tuvieras delante de ti al que mató a tu padre, pidiéndote perdón con humildad y viendo en su cara y sus ojos la sinceridad y el arrepentimiento por lo que hizo y por el dolor causado ¿lo perdonarías? Y me ha contestado que sí. Y le creo. Este es el milagro de nuestra fe y de nuestra espiritualidad.

P.S.- En estas tristes historias de nuestro tiempo, lo que hace falta es menos intromisión política, menos prensa y más encuentros personales, desde el corazón, y sin publicidad. Es mi sentir, del que cualquiera,  lógicamente,  puede disentir.