Tàpies, con minúscula

Como siempre pones un cuadro en tus comentarios a la Palabra de Dios quería compartir contigo la pena que me produce la muerte de Tàpies. La semana pasada pasé con mis hijos por el Reina y como siempre me quedé extasiada delante de sus cuadros. Siempre me producía una profunda impresión ver la cruz en todos ellos entre tanta materia y revoltijo (detallito que nadie ha señalado hoy, por cierto) signo de un hombre profundamente enamorado del Absoluto, tomara la forma que tomara… y después de Tàpies, o delante, o al lado estaba mi admirado Manolo Millares, otro personaje cuyos cuadros me transportan siempre más allá de lo conocido.

Esto me escribe mi amiga Beatriz, a la que tanta belleza debo.
La fuerza del arte: el arte que transporta, sin explicación posible, más allá de lo racional, y trasciende. El arte como puerta abierta a al misterio de la vida. El arte que hace vibrar, que conmueve, que nos pone delante del Misterio.

Escribo arte con minúscula, pues a Tàpies – a pesar de tantos elogios como recibe tras su muerte, esta semana- no lo considero poseedor de la mayúscula en el Arte. Reconozco la fuerza primigenia de sus obras, la carnosa presencia de la tierra, el poder de su materia hecha lienzo, la ruptura con lo habitual…es verdad que su obras me atraen y suscitan asombro…pero el arte es más sencillo. En el Arte el artista desaparece, y en los cuadros de este artesano siempre veo a Tàpies, no la Pintura.

Poeta de la materia, la interioridad secreta de las cosas, buscador de lo inesperado…son títulos que le han dado en los periódicos…títulos que han resonado en el camino hacia el Absoluto.

La cruces de sus cuadros siempre me han interrogado. ¿Qué son estas cruces en medio de la materia, del óleo, del barro, de las vendas? ¿Qué tienen que ver con la cruz de Cristo? Como no encuentro respuesta, callo y contemplo. Tratando de acercarme al misterio que las obras de Tapies encierran…puertas que se abren al más allá, donde el Absoluto, Dios mismo, se habrá desvelado para este pintor que acaba de fallecer. Descanse en paz.

4 comentarios en «Tàpies, con minúscula»

  1. Fíjate que a mí en general, el arte, me dice más que el Arte, quizá porque lo escondido, lo no evidente me lleva al insconciente colectivo incapaz de explicar lo que «ha visto» o cómo siente la presencia del Absoluto. Supongo que quizá por éso, por mi incapacidad para expresar con palabras… busco lenguajes nuevos que me hagan conectar de algunamanera…a través de la mirada de los otros. Y éso lo conseguía Tàpies, Millares, Chillida, Canogar… y sin embargo me lo recuerda menos -sorprendentemente- Miguel Ángel. Sí que lo consiguen también los pintores románicos, supongo que porque no buscan el realismo en algo que no es tangible según nuestros códigos.
    Los epigadores de Millet, Friedrich… nunca sé qué cuadro desencadenará una reacción, pero en general tengo que ver al artista detrás con toda su carga vital. Supongo que la antropología condiciona mucho mi mirada.
     

  2. Gracias por compartirlo Nano, Tàpies es uno de mis artistas contemporáneos favoritos (y eso que yo no soy muy del arte contemporáneo), pero sus cuadros siempre me han interrogado de una manera especial. Considero un lugar mágico el museo de Arte Contemporáneo de Cuenca, donde tantos Tàpies podemos encontrar, donde en cada recodo del museo te espera una sorpresa, una belleza sabiamente escondida entre los lienzos…

  3. Gracias por vuestros comentarios. La cruz es un símbolo de mucha fuerza para mí. De hecho tomando prestada la frase de Herman-Emiel Mertens (teólogo de Lovaina)»no la cruz, sino el Crucificado» me esfuerzo en dejar de mirar a la cruz para fijarme en el Crucificado. No me extraña que Tàpies haya preferido las cruces vacías y hasta solo sugeridas por los brochazos, como tantas veces nos signamos en la frente con la mano, rápido y sin mucha intencionalidad. Pero quizás no sea la cruz lo que en realidad debiera recordar a Jesucristo, sino el silencio o la ausencia que dejó en ella cuando lo descendieron. Su resurrección y su ascensión solamente son creibles en el contexto de la Iglesia y eso haciendo que la razón se rinda a la Fe. Personalmente no llego a pasar de la fe que duda, que desea, que agoniza bajo el bombardeo de negación y violencia de hoy día, un modo de vivirla que quizás remede en algo aquel otro que San Juan de la cruz llamó Noche. Quizás Tàpies estaba cansado de no poder creer mejor y solo atinaba a dejar marca de que al menos no se olvidase de la cruz, mirando tanto sufrimiento del mundo. Agradezco las inconsistencias de los evangelios y agradezco que no haya quedado un retrato original de Jesucristo. Eso hace posible que él, Jesucristo mismo, realmente constituya «revelación», algo que muestra pero no todo. La belleza de la obra de Tàpies es trágica y difícil, y es también por eso «reveladora» del sentido de la vida del artista y es belleza aunque sea como quizás dices, Nano, «arte» escrito no con una letra sino con otra. En fin. Me apena su muerte, pero me parece que se pueda celebrar su autenticidad al menos como artista y su capacidad de reflejar la angustia que caracteriza a nuestros tiempos. Un abrazo.

  4. El símbolo de esta trascendencia, de esta transformación, del acceso al misterio, es en Tàpies la cruz, el recurso expresivo más constante en sus obras. Él, que aprendió Teología de la mano de los jesuitas –vínculo innegable con el amor a la cruz de Ignacio de Loyola, visible también en Eduardo Chillida–, explicó en más de una ocasión: “San Juan de la Cruz decía que llega un momento, cuando estudias la realidad, que esta desaparece y se convierte en nada. En las épocas más racionalistas, como en el siglo XIX, se quería hacer creer que lo sólido es la razón y lo que explica bien las cosas. Y se despreciaba todo lo que estaba relacionado con las religiones. Y ahora son los mismos científicos los que se han dado cuenta de que hay misterios a los que llegaron las religiones 1.500 años antes que la ciencia”.
    La cruz es, en Tápies, que se acercó al budismo y que nunca rechazó el sustrato católico de su obra, la llave para adentrarse en lo místico. De hecho, afirmaba: “La mística no es una realidad oscura del medioevo. Yo creo que la mística en la vida moderna es muy útil”.
    Esa cruz (ya sea griega, latina, en aspa) tienen, como señala el jesuita Friedhelm Mennekes, que ha profundizado en la obra del pintor, “la misión de transformar lo profano y al mismo tiempo lo sagrado –explica el profesor Antonio Beristain citando a Mennekes–; de darles unidad hacia la creatividad personal y la experiencia espiritual, desde una radicalidad de nuevo humanismo”.
    La cruz, de hecho, se convirtió en un emblema muy presente en toda su obra, en una especie de lenguaje propio: “Si hago cosas que se repiten mucho, lo que hay gente que me reprocha –admitió en 2006–, como las cruces o las materias, pues en el fondo es porque ese es mi lenguaje, el que me he construido. Y pienso que una cruz se puede hacer de infinitas formas, no se acaba nunca”.
    Una cruz que se ha llenado de interpretaciones, por parte de la crítica, como dualismo entre materia y espíritu, como una manera de tachar algo, eliminarlo, o como referencia a la T inicial de su apellido.

    Juan Carlos Rodríguez en Vida Nueva

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