
Marcos 7, 24-30

Jesús es judío y tiene clara conciencia de que su Padre le ha enviado al pueblo de las promesas, al pueblo de Israel. Utilizando el despectivo calificativo que utilizaban sus contemporáneos para con los paganos llama a la mujer ‘perro’, no digna de recibir el don de Dios. Ella no se amedrenta y suplica las migajas de su amor.
La fe y la insistencia de esta mujer desarmaron a Jesús, arrancándole el milagro que curó a su hija. Jesús mismo se ve interpelado por el ‘diferente’, el que no entra en los esquemas propios, por muy santos que sean estos esquemas.
Estamos rodeados de ‘diferentes’: musulmanes, africanos, gitanos, mendigos, gente de otra ideología política, no creyentes, anticlericales… ¿Cómo me sitúo ante el ‘diferente’?
Señor, concédeme la gracia de reconocerte en el que no es ni piensa como yo. Que no me atreva a encasillarte en mis propios esquemas de lo que Tú eres y quieres.