Muéstrame a Dios

Tú me dices: «Muéstrame a tu Dios»; yo te diré a mi vez: «Muéstrame tú al hombre que hay en ti», y yo te mostraré a mi Dios. Muéstrame, por tanto, si los ojos de tu mente ven y si oyen los oídos de tu corazón.  Pues de la misma manera que los que ven con los ojos del cuerpo con ellos perciben las realidades de esta vida terrena y advierten las diferencias que se dan entre ellas -por ejemplo, entre la luz y las tinieblas, lo blanco y lo negro, lo deforme y lo bello, lo proporcionado y lo desproporcionado, lo que está bien formado y lo que no lo está, lo que existe de superfluo y lo que es deficiente en las cosas-, y lo mismo se diga de lo que cae bajo el dominio del oído -sonidos agudos, graves o agradables-, eso mismo hay que decir de los oídos del corazón y de los ojos de la mente, en cuanto a su poder para captar a Dios. 

San Teófilo de Antioquía

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