Vicente J. Benavent Miralles

Acercándome y conociendo la persona de Jesús, he vivido la experiencia de llamarle Jesucristo. Y es ahora cuando surge en mí la necesidad de querer seguirle y llevarle como cristiano que soy, pues veo en ÉL ese Plan de Dios para con nosotros, su Humanidad. De pronto he sido también consciente, que desde mi bautismo y por lo que se refiere a todo lo anterior: ¡lo vivo en comunión con esa inmensa, hermosa y a veces complicada Iglesia edificada únicamente en ÉL!

Mi nombre es Vicente, vivo en Valencia y tengo 31 años. De cara a responder mejor a esa llamada concretizada de alguna forma con las palabras con las que inicié éste testimonio, decidí hacerme Religioso Marianista. Y es que el 5 de Septiembre de 2008 consagré públicamente mi vida a Dios en alianza con María.

Concretizo y respondo a esa llamada en la Compañía de María, por que es de ahí de dónde ha manado. Claro está, que he tenido la inmensa suerte de nacer en el seno de una magnifica familia en la que mis padres siempre han querido poner a Jesús presidiendo la mesa en la que comíamos. Junto a mis otros tres hermanos, los seis hemos reído y llorado con ÉL según las cosas nos iban hiendo bien ó no tan bien. No obstante es alrededor del colegio de los marianistas en Valencia, dónde crecí y pude ahondar más en mi experiencia de Dios. En sus aulas, con los religiosos y profesores/as seglares con los que coincidí, en el grupo scout, con el equipo de balonmano, en la montaña celebrando la Eucaristía, con los buenos amigos y amigas que pude hacer allí, prestando servicio al necesitado, en fraternidad con las comunidades laicas marianistas. En todos esos lugares, con todas esas personas que giraban en torno al colegio, me pude encontrar con ÉL. Fue entonces cuando sentí que ÉL pedía aun más de mí.

Y aquí estoy, en compañía de una formidable comunidad de religiosos laicos y sacerdotes, queriendo continuar con la misión de multiplicar cristianos que nuestro padre fundador, el beato francés Guillermo José Chaminade, bien se propuso hace ahora casi dos siglos. Buscando nuevos medios para transmitir y educar en la fe, pero manteniéndonos siempre fieles al ideal del Evangelio. Poniendo a María en nuestra vida, cómo modelo de seguimiento de Cristo. Un carisma, una espiritualidad y una misión que es compartida a día de hoy junto a las religiosas de las Hijas de María Inmaculada, las Comunidades Laicas Marianistas y hasta por un instituto secular (la Alianza Marial). Todos en Uno, constituimos ese don para la Iglesia que es la Familia Marianista y que ya está repartida por más de la mitad del globo terráqueo.

Para concluir simplemente decir algo que hemos escuchado un montón de veces, pero que después de éste largo, intenso y apasionante proceso que llevo viviendo desde hace tres años, ha cobrado aun más sentido si cabe en mi persona: Dios nos ha creado con el único fin de que lleguemos a ser felices. Debemos de descubrir nuestra felicidad. Tenemos que buscarla. No nos debemos conformar con poco. Allí dónde haya AMOR, dónde me sienta amado y ame, sin duda estará ÉL. Es ahí dónde verdaderamente estará mi felicidad. Yo la he encontrado en la Familia Marianista, pero la suerte que tenemos los cristianos es que vivimos nuestra fe en medio de una Iglesia en la que el Espíritu ha suscitado un millón de formas diferentes con las que poder responder a su llamada. Todas interesantes. Todas bonitas. Todas validas. Nunca es tarde para darle un “sí” a su propuesta de una vida mejor, pues como en la parábola del hijo prodigo, el Padre ya nos está esperando con los brazos abiertos. Y tú: ¿te animas a querer encontrarte con ÉL en el pozo de Jacob?
Vicente J. Benavent Miralles S.M.
(Religioso de la Compañía de María, Marianistas)

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