Elige, pues, una de dos: callar tú y que hable Dios, o hablar tú para que él calle. Debes hacer silencio. Entonces será pronunciada la palabra que tú podrás entender, y nacerá Dios en el alma. En cambio, te por cierto que si tú insistes en hablar, nunca oirás su voz. Lograr nuestro silencio, aguardando a la escucha del verbo, es el mejor servicio que le podemos prestar.»
Juan Taulero
Hola que tal gracias por tu aportación.Es muy bonito,interesante y profundo.Es bueno meditarlo.
Cuidate.Buen fin de semana.
Un saludo.