Musgo

la visión del musgo dio a Mungo Park la fuerza necesaria para levantarse y llegar hasta un poblado cercano donde se encontró a los pastores que ya le daban por muerto. Durante el instante que duró aquél momento de asombro cósmico, Park fue capaz de «ver» el musgo tal cual, despojado de la palabras, las taxonomías y numeraciones bajo la que los seres humanos sepultamos las cosas. Su alma de botánico percibió, liberada de todo artificio, el tremendo misterio de la vida o, como el lo describió años más tarde en su libro, «la perfección de la obra divina», encarnada en un musgo.

María Belmonte, Los senderos del mar

 

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