Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengoTolstoi
El gesto de la niña al contemplar a sus padres, bailarines, tras el cristal, es inequívoco. La admiración La sensación de estar contemplando una maravilla inaccesible. El miedo. La sensación de sentirse a salvo al otro lado de la puerta. El alivio, el deseo de mantenerse al margen de la batalla, bellísima y terrible, que tiene lugar en el interior de la sala. Y nosotros, ¿dónde estamos? ¿Contemplamos las maravillas del otro lado del cristal, temblando de miedo, sin atrevernos a entrar? ¿O dentro, con los otros, bailando? ¿Deseamos bailar o solo mirar a los que bailan? ¿Qué estamos haciendo con nuestra vida? ¿Qué estoy haciendo yo con mi vida?
Andrés Ibáñez
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¿Dónde está Dios? Se ve, o no se ve.
Si te tienen que decir donde está Dios, Dios se marcha.De nada vale que te diga que vive en tu garganta.Que Dios está en las flores y en los granos, en los pájaros y en las llagas,en lo feo, en lo triste, en el aire, en el agua;Dios está en el mar y a veces en el templo,Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasaen la madre que pare y en la garrapata,en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca.Dios está en la mina y en la plaza,es verdad que está en todas partes, pero hay que verle,sin preguntar que dónde está como si fuera mineral o planta.Quédate en silencio,mírate la cara.el misterio de que veas y sientas,¿no basta?Gloria Fuertes
Con un libro que puede haberte costado menos que una cerveza tienes la posibilidad de horas extraordinarias de inmersión en un mundo que será todavía más deslumbrante y más saludable para ti porque te forzará a prestar atención a historias que no tienen nada que ver contigo, ni con tus amigos en las redes sociales, ni con tu época, ni con nada que te halague y te confirme en tus prejuicios y tu narcisismo y te convenza de que vives en el centro del mundo y en la cima del tiempo, y que desde esa posición puedes mirar con condescendencia, con lástima, incluso con desprecio, a todos los que han nacido antes que tú, lo mismo tus padres que los romanos del tiempo de Augusto
Antonio Muñoz Molina