Simplicidad

 Con su terrible sentido práctico, ella  (Úrsula) no podía entender el negocio del coronel, que cambiaba los pescaditos por monedas de oro, y luego convertía las monedas de oro en pescaditos, y así sucesivamente, de modo que tenía que trabajar cada vez más a medida que más vendía, para satisfacer un círculo vicioso exasperante. En verdad, lo que le interesaba a él no era el negocio sino el trabajo. Le hacía falta tanta concentración para engarzar escamas, incrustar minúsculos rubíes en los ojos, laminar agallas y montar timones, que no le quedaba un solo vacío para llenarlo con la desilusión de la guerra. Tan absorbente era la atención que le exigía el preciosismo de su artesanía, que en poco tiempo envejeció más que en todos los años de guerra, y la posición le torció la espina dorsal y la milimetría le desgastó la vista, pero la concentración implacable lo premió con la paz del espíritu.

(El coronel Aureliano Buendía) había tenido que promover 32 guerras, y violar todos sus pactos con la muerte y revolcarse como un cerdo en el muladar de la gloria, para descubrir con casi cuarenta años de retraso los privilegios de la simplicidad»
Cien años de soledad, GGM

aureliano buendía

Amor hermoso

Algunos hay tan tomados del amor de Dios, que, apenas han comenzado a pensar en Él, cuando luego la memoria de su dulce nombre les derrite las entrañas, los cuales tienen tan poca necesidad de discursos y consideraciones para amarle, como la madre o la esposa para regalarse con la memoria de su hijo o esposo, cuando le hablan de él; y otros que no sólo en el ejercicio de la oración, sino fuera de él, andan tan absortos y tan empapados en Dios, que de todas las cosas y de sí mismos se olvidan por Él, porque si esto puede muchas veces el amor furioso de un perdido, ¿cuánto más lo podrá el amor de aquella infinita hermosura…?

San Pedro de Alcántara

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Silencio de Dios

Pero Dios callaba. Y nada es más terrible que el silencio de Dios, tanto en la tierra como en el cielo o en las nubes que flotan entre medias. No hay oído sobre la tierra que logre soportar el estruendo de este silencio, no hay corazón que pueda sostener la acumulación de ese vacío, en cuyo interior él solamente es Dios y, mientras calle, no la vida de toda vida, aun siendo El mismo el Viviente.

S. Zweig, Raquel

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Poesía navideña II

Tengo la impresión de que la poesía gira siempre sobre el mismo tema: el deseo de retener la verdad y la belleza que resultan fugaces, de burlar al tiempo, en cierto modo. La Navidad me asocia indudablemente a la infancia, a la fe del niño, a la ingenuidad incluso, a la esperanza. Y también hay que reconocer que la Navidad está tremendamente vinculada con la nostalgia, con la sensación de pérdida, porque nos devuelve el recuerdo, incluso familiar, de aquello que pasó y no volverá a producirse .

Extraviado en el bosque
como un corzo que huyera sujetando
a la niebla y al desdén de las ramas
su tímida tristeza, la inquietud de su paso,
he visto la luz dentro del tiempo fugitivo.
He visto la luz darse como lumbre al arroyo
y en el álamo quieto desvestirse tranquila
o mudar en las verdes laurisilvas antiguas.
Sin saber cómo y cuándo
he visto que las horas acumulan silencio
y la luz en el párpado del camino quebrado
que hasta el borde conduce del abismo y las peñas.

(…)

Con la frágil hondura de la voz quieta y sola
y alargando los ojos
he visto los reflejos de la luz y he querido
atraparla en las líneas de mi mano sin éxito
por dársela a los niños
cuando algunos les digan que no hay luz en el bosque.

 Enrique Barrero

05.31

Poesía navideña

Todos los temas de la poesía simplemente humana se reúnen y abrazan en el motivo de la Navidad. Maternidad, niñez, naturaleza y paisaje real e irreal, tierra y cielo, nieves, flores y estrellas… y allá, en el fondo, la Muerte y Resurrección.

Todo coronado con un aroma inconfundible a eternidad. Y para evitar la grandilocuencia, siempre en versos menores, en pequeñas canciones, como si nada. Como si nada, y es todo”.

Belén es toda la vida

Yo, más viejo cada año
y Tú, cada año más Niño.
Yo, cada vez más de barro;
Tú, cada vez más divino…
Cuando termine el camino
y llegue, al fin, al Portal,
pondrás un soplo de espíritu
obre mi carne mortal.»

Enrique García-Máiquez

 01.02