¿Quién es Jesús?

«Para mí, Jesús es
El Verbo hecho carne.
El Pan de la vida.
La Palabra, para ser dicha.
La Verdad, para ser proclamada.
El Camino, para ser recorrido.
La luz, para ser encendida.
La Vida, para ser vivida.
El Amor, para ser amado.
La Alegría, para ser compartida.
El sacrificio, para ser dado a otros.
El Pan de Vida, para que sea mi sustento.
El Hambriento, para ser alimentado.
El Sediento, para ser saciado.
El Desnudo, para ser vestido.
El Desamparado, para ser recogido.
El Enfermo, para ser curado.
El Solitario, para ser amado.
El Indeseado, para ser querido.
El Leproso, para lavar sus heridas.
El Mendigo, para darle una sonrisa.
El Alcoholizado, para escucharlo.
El Deficiente Mental, para protegerlo.
El Pequeñín, para abrazarlo.
El Ciego, para guiarlo.
El Mudo, para hablar por él.
El Tullido, para caminar con él.
El Drogadicto, para ser comprendido en amistad.
La Prostituta, para alejarla del peligro y ser su amiga.
El Preso, para ser visitado.
El Anciano, para ser atendido.

Para mí, Jesús es mi Dios.
Jesús es mi Esposo.
Jesús es mi Vida.
Jesús es mi único amor.
Jesús es mi Todo. »

Beata teresa de Calcuta

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Oración de San Bruno

Tú, que eres mi Señor,
Tú, cuya voluntad prefiero a la mía.
No me es posible contentarme con palabras
al presentarte mi oración.
Escucha mi grito que te suplica como un inmenso clamor…

Tú, de quien me he constituido siervo:
Te ruego con perseverancia e insistiré en mi ruego,
hasta merecer alcanzar tu favor.
Pues no anhelo un bien de la tierra;
no pido más que lo que debo pedir:
sólo a Ti…

San Bruno

Oración para aprender a amar

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien; Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.

Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.

Beata Teresa de Calcuta

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Peregrino del absoluto

Bloy tenía una gran sensibilidad, captaba las percepciones inmediatas, las intuiciones momentáneas, las experiencias paramísticas. Quería experimentar a Dios, por vía del amor, y pronto; tener de él aquel conocimiento casi en éxtasis atribuido a Adán antes de la caída, a los elegidos después de la resurrección de los cuerpos y a algunos místicos por períodos breves. Incapaz de analizar y de seguir reglas, se atrincheró en las palabras de Ruysbroek: “La contemplación es un conocimiento superior a los modos de conocer, una ciencia superior a los modos de saber (…) Es una ignorancia iluminada, un espejo maravilloso en el cual se refleja el esplendor de Dios. Está fuera de toda regla, y todos los procedimientos de la razón son impotentes frente a ella”

Fernando Castelli, sj

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Mística y amor de Dios

La mística no nos aleja de la realidad, por el contrario, nos da la fuerza para vivir cada día para Cristo y para construir la Iglesia. La unión con Dios no aleja del mundo, sino que nos da la fuerza para permanecer de tal modo, que se pueda hacer lo que se debe hacer en el mundo. Incluso en nuestra vida de oración podemos, por lo tanto, tener momentos de especial intensidad, en los cuales quizás, sintamos más viva la presencia del Señor, pero es importante la constancia, la fidelidad en la relación con Dios, especialmente en las situaciones de aridez, de dificultad, de sufrimiento, de aparente ausencia de Dios.

Solo si estamos aferrados al amor de Cristo, estaremos en grado hacer frente a cualquier adversidad. Así, en la medida de que damos espacio a la oración, más veremos que nuestra vida cambiará y será animada por la fuerza concreta del amor de Dios.

Vázquez Borau

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Abrirse

La experiencia de Dios no tiene porqué ser algo de excepcional o inhabitual. Sin duda que hay una experiencia de Dios que es diferente a las demás experiencias ordinarias. Es cuando experimentamos un silencio profundo, una oscuridad luminosa, un vacío lleno de plenitud. No obstante en cualquier momento podemos tener unos relámpagos de eternidad o de infinitud que llegan cuando menos lo esperamos.
Cuando nos abrimos a la belleza, a la verdad o al amor tenemos la sensación de salir de nosotros mismos, pero no les hacemos caso esperando tener la gran experiencia de Dios que transformará nuestras vidas. Pero olvidamos fácilmente que Dios se hace presente en las realidades más ordinarias. Anthony de Melo

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Presencia de Dios

La razón de que no sepamos descubrir la presencia de Dios que nos envuelve por todas partes como la atmósfera es que estamos acostumbrados a que toda experiencia nos venga de afuera y esta experiencia es de adentro. Estamos volcados al exterior y no escuchamos las voces de adentro. No sabemos que en el centro de nuestro ser no somos nosotros sino Otro. Que nuestra identidad es Otro. Que cada uno de nosotros ontológicamente es dos. Que encontrarnos a nosotros mismos y concentrarnos en nosotros es arrojarnos en los brazos de Otro. Dios está en todas partes, pero sólo se oye en el silencio y la oración no es otra cosa que establecer contacto con Dios”

Ernesto Cardenalhelen-levitt

 

Oración y silencio

Nuestras oraciones son palabras dirigidas al silencio de Dios, al silencio que es Dios para nuestros oídos, nuestra razón y nuestros sentimientos. Y aunque no faltan los momentos en que, a la oración dirigida a Dios, le siguen gratos sentimientos de sosiego, paz y gozo; y aunque la oración nos devuelve a veces luminosas ideas sobre Dios y hasta certezas aparentes de su presencia, en seguida percibimos que estos sentimientos, que pueden acompañar o seguir a nuestras plegarias, no son Dios, ni su respuesta a nuestro profundo deseo de descubrir su Presencia y de encontrarnos con Él… Aceptar el silencio de Dios como destino de las palabras de nuestra oración es la condición para no confundir a Dios con lo que no es y progresar hacia la unión con Él, meta de toda vida de oración”

Juan de Dios Martín Velasco

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Misterio y belleza II

Si algo es evidente para la persona auténticamente religiosa es que ella no inventa el Misterio, sino que el Misterio la encuentra ella, la emplaza, la juzga y la puede condenar o salvar. El Misterio no es para esa persona ni un lugar, ni una idea, ni menos un mero ideal. La persona religiosa no es, por tanto,
primordialmente aquella que acepta unas verdades, que alimenta unas esperanzas o que realiza unas prácticas, sino más bien aquella que vive toda su vida en una dirección: la referencia al Misterio y la apertura a él en una actitud de reconocimiento acatamiento, de alabanza entrega a él.

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Misterio y belleza I

Según Simone Weil, el sentimiento de lo bello, aunque esté mutilado, deformado o manchado, sobrevive en el corazón humano como un estímulo muy potente. Está presente en todas las preocupaciones de la vida ordinaria. Esta inclinación natural del ser humano a amar la belleza es la vía habitual que Dios utiliza para abrir el interior del individuo a la experiencia religiosa.
Weil cree que en todo lo que provoca una auténtica y pura sensación de belleza hay una presencia real de Dios. Hasta el punto que llega a afirmar que “hay como una especie de encarnación de Dios en el mundo, cuya marca es la belleza»

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